¿Sueño o me sueñan?
Joaquín Ortega
Cuca, cariño y
deudas vienen siempre en el mismo combo
– Mi
papá
Los
viajes en el tiempo son reales… y mucho antes de que se hablara de accidentes
cuánticos las paradojas espacio temporales también existían. Por ejemplo, en
una elección equis en la vida mi hermano fue a votar; y ya él mismo había metido el voto
antes de que llegara a ejercer su derecho. Y no, no es ingenuidad de su parte (o
fraude por parte de los miembros de mesa) ¡es que lo habían visto a él!... o a
su gemelo, en opinión de los presentes… sufragando con la misma cara de pánfilo
y casi vestido igual. Ya haya sido que le bailaran la decisión o que un clon
haya aparecido como impostor, una cosa le quedó clara para la vida: la próxima
vez que la esposa lo pillara en un cacho, la culpa iba directa para ese doble
viajero entre dimensiones.
Pero,
hablemos del ahora. Viviendo en éste eterno lunes que nos dejó el encierro en
pandemia algo queda claro: que el tiempo es tan relativo como la hora en la que
te despiertas. Incluso el tiempo no se mide por minutos, horas y días sino por
horas perdidas frente a series y películas vistas en streaming. Incluso, la cuenta va en memoria ocupada en el disco
duro entre películas y subtítulos bajados y cicatrices en los dedos frente a
los video juegos. Es tan loca toda esa incorporación de historias ajenas en
nuestra vida sedentaria (y ahora híper higiénica) que se van convirtiendo en
reales esas imágenes, y que como recuerdos intrusos invaden nuestros sueños con
aventuras exóticas o diálogos prestados.
Haga
usted el ejercicio de recordar sus últimos tres sueños y seguramente habrán
sido colonizados por personajes de Netflix,
Disney Plus, quemaditos de confianza o narradores inmóviles de documentales
de toda monta y calaña. Los sueños más movidos serán una mezcla de Great Theft Auto o de algún juego en
donde la adrenalina, junto a la desconfianza y la ladilla fosilizada se
conviertan en células grasas digitales con la cara de Harvey Weinstein. En ese
mundo todos somos como los personajes de Among
Us mimetizados en alguna versión cutre de apuestas on line, en donde futbolistas muertos y vendedores de frutas con
pacas de dólares nos miran con cara de perdona vidas.
En
esa onda, apueste y gánese usted mismo si no estuvo en éstos meses en una
pesadilla tipo El Hoyo… no jugó
ajedrez con gente salida de The Gambit
Queen… no se despertó cantando una melodía de algún largometraje animado o
simplemente, creyó haber discutido en ascensores fantasmales sobre series
indigestas y comedias tan malas como los chistes de un compañero de cola de la
gasolina. Lo más fuerte de estos días es que uno ya no sabe si lo que discutió
acerca del origen del fulano virus o sobre las protestas gringas, sus
elecciones y los trending topic de Twitter fue con uno mismo, con alguien
por Whatsapp o fue medio dormido…
terminando de empatar una pesadilla con otra mientras se entraba al baño en la
oscuridad (con una pantufla sí y otra no) dándole vueltas al papel tualé con
cuidado, como si fuese una hornilla caliente, encendida solamente por nuestra
imaginación.
Lo
más sórdido de estos días es que uno agradece los líos primitivos de las juntas
de condominio, los problemas agropecuarios de falta de agua, la persecución de
ofertas médicas, la eterna zanqueadera de comida para que la plata medio
alcance, las perennes vigilancias de choros que se meten descalzos en las casas
o se defecan por razones brujeriles en los estacionamientos que saquean. En
fin, esas pequeñas cosas que nos amenizan la pausa que le pusieron a la
película del mundo. Una película en donde todos aparecemos en cada capítulo
peor vestidos y como extras no remunerados.
@ortegabrothers
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