Curda,
rap y videos
Joaquín Ortega
El licor es un lubricante social por excelencia y tal vez el principal responsable de todas las cosas malas -o buenas- que pasan en el mundo. Eso de que tan bueno o malo bueno sea algo depende también del resultado…y sobre todo del registro ante la ley.
En tiempos en donde al parecer reírse y rezar son actividades próximas a la clandestinidad, agarrar una pea en video parece ser de las travesuras más inocuas. Por cierto, como todos los excesos –en teoría- los resultados deben ser estrepitosos, pero no sangrientos; y aunque mucho se ha intentado educar y llamar la atención para que la gente beba moderadamente, en el mundo audiovisual quedan variados registros Gore y no tan Gore como testimonio: borrachas en topless que pegan la cabeza contra un anuncio cuando se asoman mucho del descapotable…arabitos bailadores que caen de la mesa al suelo -pero al suelo del edificio cinco pisos abajo- por dárselas de Shakira…gatillos alegres o explosivistas amateur que salpican de tripas inesperadas las fiestas infantiles que pretendían amenizar. Eso sin contar con el humor involuntario de wannabes de trapecistas o volatineros que brincan entre edificios y cornisas -celular en mano- como si fuesen dobles de Daredevil o imitadores de Tom Cruise -quien cuando se fractura las costillas, por lo menos unos cables le sostienen el cuerpecito-
Y como una cosa lleva a la otra…hablando de estos temas con un amigo rapero de Los Ángeles concluimos en que estamos a minutos de ver cómo los intoxicados irresponsables demandan a automóviles mal conducidos por ellos mismos…abren causas judiciales a los policías que los arrestan antes de cometer un crimen contra algún amigo idiotizado por la piedra, en una apuesta absurda… o incluso veremos querellas en tribunales demandando a la mismísima ley de gravedad por ser cómo es.
Y de las demandas pasamos al dinero. El dialogo entrecortado por los apagones y las constantes llamadas de su esposa latina a poner la mesa nos condujo a revisar el estado y los legados de la industria musical a través de los géneros. Suena a tesis doctoral y todo, pero en resumen la discusión iba acerca de Rap versus el Rock o “el Hip Hop versus el Rock: encadenamientos de valor, cotización, suministro y retail”. De allí extrajimos las siguientes conclusiones y lo cito:
Los negros sí generamos empleo y el rockero aunque sea negro termina destruyendo la cadena de valor que fortalece a su género musical. Ahondando en la tesis, pero poniéndola de manera clara: el rockero después de un show se rasca y se duerme o destruye el cuarto del hotel que ya estaba asegurado para sus niñerías. Luego del show por el contrario, el rapero o el hip hopero inicia un ciclo de actividades que producen riqueza y extienden la cadena de valor. El Hip Hopero tiene amigos que terminan trabajando para sus panas. El rockero tiene empleados que terminan siendo con suerte sus demandantes o demandados. Aquí, de nuevo cito a mi amigo -bisnieto de esclavos e hijo de dos héroes de guerra- : “todo negro del Hip Hop tiene un negro que le trae monte; en paralelo, tiene a mano a otro negro que le trae las putas, y otro negro que trae a otro negro que ya no se droga, para que maneje el carro. Éste otro negro, a su vez trae a otro negro que es un foodie y que trae a tu papá… a quien que no lo has visto desde que preño a tu mamá y se fue. Y así el primer negro, termina comiendo pollo frito en el carro con un montón de negros, que en unos meses comprarán una canción sobre negros haciendo vainas de negro en la madrugada”.
Con un razonamiento tan impecable lo que queda es cerrar con una verdad de pueblo pero universal: lo malo no es beber si no rascarse y el que rumbea con la barriga vacía termina en el carro de la policía.
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