Partes privadas: chismes
Joaquín Ortega
Como estoy seguro que no faltará un
guevoncito, de esos que echa chistes en tascas, que vendrá a robarse lo que
aquí se diga, lo primero que le deseo es que se enamore de un chino de abasto y…
que su amor no sea correspondido.
Una vez decretado su futuro, vayamos a lo que
vinimos:
Yo tuve una jeva del interior que cuando iba
a buscarla en moto, su abuela nos perseguía ladrándonos. No es que estuviera muy loca, era más bien,
lo contrario, que por ser demasiado cuerda, empezaba a aullar como cacri, con
el único y expedito fin de que sus
primas y hermanas dejaran -aunque fuera
un ratico- de hablar de la gente. Sabemos que nada tan barato y
divertido como sacarle los trapitos al sol a los queridos y malqueridos. Nada
que llene el corazón de una energía tan negativa, pero a la vez, estimulante,
como enterarse de la belleza chocada por el tiempo; de la felicidad hogareña tornada
en drama marginal; de la díscola vida –post divorcio- de la mosquita muerta que
sonsacaba maridos en vecindades con sus curvas y sus shortcitos cacheteros.
Hablar mal del prójimo es tan sabroso, que
hasta el hambre se nos quita, el sueño desaparece y el dolor menstrual más
puyúo se convierte en un ruidito distante, casi como el de una corneta pegada
en el estacionamiento del sótano 4. O sea, que si no le paras, terminas por
olvidarlo con dos pepas y una copa de vino.
Hablar mal de otro es un placer de insondable
explicación en el que caen todos: desde los santos para señalar las trampas del
maligno espíritu, pasando por los pecadores para empujarnos disimuladamente con
el pié, hasta el borde de la olla más calientica del infierno.
El que nunca haya repetido un chisme que
lance la primera piedra.
Y al que le agrega algo al cuento…ajá, ese ya
se está riendo solo.
Para vivir tranquilo, nada mejor que asumir
lo que se es. Salga de cualquier closet social que haya en el mercado: sí usted
es talla S pero jarta –con “j”- , a la manera de un talla XL, entonces usted es
un lambucio; sí usted odia cada muerte de Grey’s
Anatomy, póngalo en su status de Facebook
y no engañe más a su papá con el cuento de que es fan de House of Cards; sí usted es funcionario
público, pero ama mal los juegos de NFL, ábrase un Twitter con otro nombre,
y bote ese amor amarrado por las cabuyas rojas de la ideología -que le paga el
sueldo- y grite a los cuatro vientos que “más macho es un Quaterback que cualquier dizque prócer, de esos que tiene pegados
frente al escritorio”.
Cuando le digan “chismosa”, responda que al
contrario, usted es “corresponsal de lo no escrito”. Cuando le digan “correveidile”,
diga que usted es una “cronista de las intimidades humanas”. Cuando le digan “vida
ajena”, ponga cara compungida y llame al grupo de sus panas de confianza para
trazar un plan, en donde se contrasten las confidencias salidas de bocas de
compadres y aguardientosos, con la vida real de ese inútil, que osó sugerir que
su actividad no es buena para el equilibrio del planeta, sino además, dañina
para la formación de una confederación intergaláctica.
Mujer: dale candela a todas las “cuerpas” con
esa lengua, que no calumniar es nunca haber vivido.
Hombre: no seas malagradecido. Así como las
mascotas te traen animales muertos a la cama, como tributo; las mujeres que te
aman, te traen chismes a tu oído, por la misma razón.
@ortegabrothers
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