Humor
globalizado
Cuando
la Guerra del teclado es más importante que la de verdad
Joaquín
Ortega
Con la guerra en tiempos globalizados está pasando lo
mismo que le pasa a las mujeres, primero con sus novios y después con sus
tatuajes: se aburren. Y no es cosa de morirse, pero cuando lo que entretiene es
lo que ocurre frente al ordenador -y no lo que pasa al otro lado de la ventana-
sabemos que vamos rumbo a otra forma de locura, que no de idiotez, con el
perdón de los infantes con 2 añitos de
edad -y mucho más avispados que algunos adultos-
Esta locura no prevista en manuales de medicina ni en el
sentido común de los mayores más sabios, parece originarse al menos por tres
motivos: el primero se resume en el “no me importa”, el segundo se resume en el
“eso no ocurrirá aquí” y el tercero se detalla en la frase: “no lo se”.
El grupo de los “no me importa” se mete de cabeza frente
a remansos de regodeo deportivo o erótico. Para ellos la guerra es una cosa tan
exótica -y hasta fashion- como un
vestido inaguantable de los la princesa Leia -o de los impagables- de su madre
Padme, siempre mejor acompañada, con mejor ojo y con mejor estilo que su hija.
El grupo de los “eso no ocurrirá aquí”, ven cada matanza
como un lugar tan exótico como el sushi impronunciable descubierto en la semana,
o como la derivación del nuevo tono del tinte, recomendado por el estilista
lisonjero.
Los del grupo de “no lo se” tal vez, sean un poco más
honestos, y solo abrevien la perdida de tiempo argumental, de los dos primeros
grupos.
Para todos ellos, solo cabe desearles una hermosa y
próspera vida, alejada incluso de historias audiovisuales de unos fulanos
vetustos como Hitler, Stalin o Tito… o de algunos sujetos con nombres de Chefs hipsters como Pol Pot, Taylor o Suharto.
Para cerrar hay un cuarto grupo, a todas luces el peor:
es el de los que dicen: “guerras siempre ha habido y siempre habrán, vayamos a
la próxima”…y con gesto desgarbado pasan la pagina, como se pasa con el dedo
entre escritorios en su Ipad. Estos
peluches, ven al mundo real como una sucesión de vidas recargables -y de dolores
graciosos- que sufren todos los otros que no son ellos, ni su entorno de
placeres y risitas. Estos malos
virtuales asumen como risible el mundo real, tienen el poder del delete como dioses de última generación.
Seguramente, a uno de estos personajes lo tiene ahora, al otro lado de su mesa,
frente a una taza de café. Si lo ve, no le lleve la contraria ni le sonría,
ambas estrategias son funestas ante los todopoderosos generales de escritorio. Por
lo pronto, guárdese de ellos y brinde a la salud de los soldados de juguete,
que al menos ellos terminan en un cajón tras verdaderas misiones cumplidas, al
final de la jornada.
@ortegabrothers
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