Overlord. La peli que te recuerda que “Nazi
que no mate gente, no quiere a su mamá”
Joaquín
Ortega
Todos queremos fantasear con el mal histórico, ser parte del
sobrediseño de las calamidades y los horrores. ¿Será por eso que la mayoría de
los escritores le buscan una quinta pata al gato…o se imaginan, desde la
ficción, una docena de horrores sobrenaturales adicionales a una tragedia
natural?
En el caso de Overlord (Julius Avery. EUA2018) se
unen una serie de lugares comunes del sub género conocido como el Naziexplotaiton; lleva la mezcla un poco
del cómic, texturas del Gore,
temporalidades de las ucronías y mucho del cine Giallo italiano. La mezcla, al final no es material para dar un
aplauso de pie, puesto que su alcance es edulcorado, pero sin duda entretiene. A
los bemoles. Por ejemplo, si fuese dirigida para un público mayor edad -y con exigencias
claras como el sadismo explícito o ciertos desnudos artísticos- habría sido
ineludible que se convirtiera en una película de culto; esto es, en una
historia a la cual podemos adorar más allá del tiempo y de las críticas en
contra. Pero con mucha tristeza, el film
se debate entre ser una conversación de pasillo entre Captain America (Joe Johnston. EUA, 2011), Saving Private Ryan (Steven Spielberg. EUA, 1998), Heavy Metal (Gerald Potterton. EUA,
1981) e Inglorious Basterds (Quentin
Tarantio. EUA, 2009)
La trama es sencilla: el famoso día del desembarco en
Normandía en 1944 las fuerzas aliadas necesitan neutralizar una torre de
control que interfiere en las comunicaciones del bando de los buenos. Tras una
sucesión de interferencias mortales, prácticamente un batallón queda reducido a
un pequeño grupo de no tan valientes soldados. Poco a poco, comienzan a
aparecer rasgos de un mal más allá de lo humano. Rostros prácticamente
desconocidos para el público llevan adelante la historia con bastante
competencia. La edición y el color nunca desencajan al observador y -con mucha
discreción y poca prisa- nos llevan de una película de guerra, a un centro de
tortura con presencia de drogas experimentales, sadismo bajo, golpes, tumbos y
personajes que van y vienen de la muerte.
Particularmente bella y talentosa resulta la aparición de
Chloè -Mathilde Olivier- una francesa atrapada en una pesadilla aldeana, un
poco más enmarañada que la guerra misma. La presencia de Jovan Adepo -quien
interpreta al Soldado Boyce- es quien salva el día y permite ser quien lleve la
historia hacia otros lugares, a los cuales los personajes de reparto no pueden
llegar; no porque no puedan, sino porque el libreto los condena a otros lugares
más allá del castillo, los bosques o los pasadizos secretos. Quedan por fuera
ciertos hilos que cortar y seguramente –si la taquilla cubre los costos de
inversión- veremos una o dos historias más vinculadas a la película original: el
pasado en el entrenamiento de los soldados, Boyce y sus orígenes vudú -vía su
abuela haitiana- Incluso, sería interesante saber algo más del Sargento Eldson -Bokeem Wodbine- quien logra construir
toda la psicología, amén del tono y modo de un divertido, mal portado y
ocurrente hombre de armas, perfecto para habitar el universo que éste tipo de aventuras exigen.
@ortegabrothers
No comments:
Post a Comment