Las mejores películas que he visto hasta ésta mitad de 2018
Joaquín Ortega
Ready Player One (Steven Spielberg. 2018) basada en la novela
de Ernest Cline, resume de forma apretada, pero fluida las tremendas
referencias intertextuales de la cultura pop contemporánea. Es un ejercicio Transmedia que ni aburre ni decepciona.
Una joya nerd para nerds, que no abandona a las audiencias poco empapadas del
rock de los noventa, de los video juegos clásicos, de los juegos de cartas de roles
o de los cómics. Mención especial merece
el guión cuya adaptación del propio Ernest Cline y de Zak Penn, ya que habla de
un ejercicio profesional de pertinencia y concisión narratológica.
Death Of Stalin (Armando Iaunucci, 2017) Es una sátira política
culta y mordaz que va descosiendo el tejido de los autoritarismos clásicos.
Aquí el terror, el espionaje, las vilezas, la desesperación y la venganza que animan a las burocracias
militares y comunistas se retratan con las claves de la comedia negra más ácida.
Las actuaciones de Simon Russel Beale
como Beria –el jefe de la policía política- y Jeffry Tambor como Malenkov –uno
de los padres de las purgas estalinistas- son clases de actuación en sí mismas.
A Quiet Place (John Krasinski, 2018) Es una obra maestra del
terror que cruza sin ningún traspié las fronteras del suspenso y la ciencia
ficción. Tanto Emily Blunt como John
Krasinski generan un máximo de conexión con los asistentes a la sala. Siendo
una película de tensión contenida, merece especial mención el diseño de sonido,
los efectos especiales y la fotografía que combinan lo bucólico, con el
constante acecho de unos depredadores poco comunes. Asimismo, los jóvenes
actores fluyen con el entorno familiar en un mundo hermoso, pero peligroso más
allá de la cotidianidad de la ciudad.
The Ritual (David Brickner, 2017) Sin duda, una película de
terror con una excelente mezcla de
géneros -y sub géneros- cuyos giros en la trama sorprenden cronométricamente.
Bebe de películas de culto como Deliverance
(John Boorman, 1972), de Cabin In the
Woods (Drew Goddard, 2012) del género slasher,
del western gótico, del universo de
los monstruos, del mundo de las pesadillas, de la estética Hammer Films, del
terror mágico escandinavo. En fin, una obra sólida en actuaciones y con una
puesta en escena que recuerdan lo mejor del espíritu del bajo presupuesto junto
a descomunales recursos actorales, creativos y de dirección.
Hereditary (Ari Aster, 2018) Sorprende con una reinvención del
subgénero de las posesiones satánicas. En especial atrapa por un ritmo delirante
que va llevando al foso a los personajes y al público, quien -muchas veces- se
pierde en una sucesión coreografiada de muertes al azar y alucinaciones, cada
vez más grotescas. Si tuviéramos que definirla nos valdríamos de la metáfora
del Bolero de Ravel, en donde una misma melodía va siendo acompañada de
distintos instrumentos, para luego integrarse en un todo mucho más robusto y
mucho más siniestro, a cada compás. Toni Colette y Gabriel Byrne sirven como
dos perspectivas de una misma realidad oscura y el resto de elenco se suma como
una gracia y una precisión de relojería. Mención especial merecen la edición,
el diseño de sonido y los impresionantes últimos diez minutos del film, que concluyen con un final digno
del clásico Wicker Man (Robin Hardy,
1973) o de The Witch (Robert Eggers,
2015)
Red Sparrow (Francis Lawrence, 2018) Basada en la novela de
Jason Matthews –ex agente de la CIA en la vida real - descubrimos un excelente
ejercicio de adaptación del texto al guión. En la tradición de las grandes
historia de espías Red Sparrow acompaña
todo el proceso de selección, entrenamiento, misiones y cambios de bando
clásicas en las historias de John LeCarré, Ian Fleming o Tom Clancy. El
director Francis Lawrence desarrolla una estética de la violencia y la tensión
sexual muy imaginativa, volviendo a su visualmente rica Constantine, superando narraciones más planas como las de I Am Legend… o distópicas post adolescentes
como la trilogía de Hunger Games. La
música de James Newton Howard se acopla de manera muy rica con el adagio de
Grieg, que sirve de leit motiv para
la progresión -y anclaje- del personaje de Dominika Egorova –Jennifer
Lawrence- Los exteriores en ciudades como Budapest, Viena o Bratislava son un
acierto y generan una emocionalidad que ayuda a potenciar la historia, sin ser lugares anecdóticos o puramente ornamentales.
Isle Of Dogs (Wes Anderson, 2018) una inesperada historia
animada que retrata un futuro distópico, en donde los perros son enviados a una
isla debido a una supuesta enfermedad contagiosa para los humanos. Estructurada
en una simple premisa - un
niño quiere encontrar a su perro extraviado – asistimos a la construcción coral
de una pandilla de canes sin dueño, quienes se aventuran a darle sentido de
misión a la búsqueda. Repleta de preciosismos visuales, texturas colorizadas,
ritmos y volúmenes la historia evoluciona hacia interpretaciones más adultas
-traiciones políticas, laboratorios, conspiraciones- junto a momentos emotivos
que a nadie dejarán imperturbable. Especial mención merece la narración de
Courtney B. Vance y las voces de Scarlet Johanson, Bryan Cranston, Tilda
Swinton, Kunichi Nomura y Ken Watanabe, entre muchísimas estrellas que le dan
fuerza a personajes entrañables o mala conducta.
Avengers: Infinity Wars (Anthony y Joe Russo, 2018) Poco se
puede agregar a lo que, para muchos ha sido el evento cinematográfico de la
década. La combinación de personajes, historias, motivaciones, universos y
multiversos de Marvel parecen no
tener comparación en propuestas audiovisuales corales e intersectadas
recientemente. Diseñada para dejarnos el sabor en la boca –y desear un próximo
bocado- Avengers: Infiity War baraja
intencionalmente las cartas de un juego que le mueve el piso, tanto a fanáticos
de los comics, como a cualquier espectador novato. Al final, concluye con uno
de los Cliffhangers más memorables de
la historia del cine. Efectos especiales, post producción, dirección de actores
y musicalización llevan menciones honoríficas, porque le dan sentido a una industria
cuya mayor fortaleza –ayer, hoy y
siempre- reside en la colaboración creativa.
@ortegabrothers
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