Diario de un jodedor:
la evolución de las especies
Joaquín Ortega
Poco se le puede agradecer al mágico mundo de internet por
haber distraído nuestra atención del natural porno, trayendo al boca a boca
trasnochado de nuestras vidas a tanto animal casero – o no- ahora famosito en
redes. Tanto video cuchi, tanta selección de momentos tiernos, tanto truco
idiota de cuadrúpedo y amo, han ido deteriorando la relación que tenía el ser
humano con las otrora menores criaturas vivientes de la tierra.
Esas relaciones
se reducían a dos: la correa o la parrilla. Eras mascota o eras comida. Esa era
una correlación social estable y clara. Te sacaban a mear o te sacaban las
costillitas para la cena. A veces, esa camaradería se extendía -y dependiendo
de los pareceres políticamente neutros- posiblemente esos animalitos servirían
también como consortes sexuales: eran los nuevos consoladores que movían la
colita al escuchar la llave de la puerta y en muchas ocasiones, además de
eficientes en los placeres, al llegar al happy
ending, eran de verdad auto limpiantes.
Últimamente he visto con terror cómo los insectos han sufrido
una especie de mutación, que los ha llevado de golpe a un nuevo peldaño en la
escala evolutiva. A lo mejor, somos nosotros los que vamos para atrás, pero
fíjense en lo rápidas y hábiles que se han vuelto las cucarachas: ya no se
asustan, se esconden mejor, comen a cualquier hora… y en especial, cuando se
las intenta matar brincan de plano y se lanzan al vacío. Son algo que inevitablemente
he tenido que bautizar como: “las cucarachas parkour”
Si están sobre una repisa se lanzan al vacío, si están en una
mesa se tiran para abajo, como un Héctor Lavoe redivivo, como Lemmings adictos
al Bungee. Si tratas de darles con la chola, estate seguro que las
despaturraste, porque muchas veces hasta les vale verga
la fuerza que pongas en el pisotón. Las pisas, crees que las mataste, pero
ellas se orillan, se estacionan, se hacen las muertas y luego, cuando volteas, se
levantan como zombis de peli dominguera para seguir buscando dulces fuera de la
bolsa.
Otra fauna nueva es la de los gatos que hablan. Ya no maúllan
sino que son como loros de peluche que dicen palabras parecidas a: “mamá”,
“papá”…o nombres personales que suenan a los hijos de Chewbacca, letras hebreas
junto a números de lotería al revés y en reverberación de discplay satánico.
Lo terrible es que son bilingües porque hablan su idioma gato
y ese espantoso inglés gatuno, como el de los Thundercats. Por cierto, el Gatish -por ponerle un nombre a esa
lengua- es un idioma próximo a aprobarse en el CVA junto al Dothraki y a esa otra
vaina incomprensible que habla Jackie Chan cada vez que le dicen “acción” en el
cine hollywoodense.
Alguien tiene que pronunciarse, sobre estos temas de vibrante
actualidad, pero eso sí, tiene que ser ya. Si no hay exorcismos posibles, para
esos animales poseídos por extraterrestres, entonces que la iglesia haga un
cónclave y pongan al señor gato en un vitral para que todos lo adoren por ser
un santo con garra –¡oh señor, perdóname!- Yo, por lo pronto me hago una
franela que diga: “yo siempre tengo la razón, porque yo repito lo que diga el
Papa”.
@ortegabrothers
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