Humor gobalizado:
photoshopiando al mundo
Joaquín Ortega
Ya no queda nadie
feo en el mundo. Si no le gusta su apariencia la culpa no es del ADN sino de la
desidia. Todos somos bellos, sino que lo diga el Photoshop. Pocas herramientas para el engaño humano han mordido,
con tamaño éxito, a la yugular de las percepciones ajenas. Su estilo artero,
pero democrático, ha logrado en menos de una generación, lo que los espartanos -con
el Taigeto- y los eugenistas nazis -con sus laboratorios- no pudieron alcanzar.
El Photoshop es el nuevo pincel de
los dioses.
Con Photoshop se reduce la blancura de
modelos que no saben lo que es un rayo de sol en el trópico, se aclaran los
ojos de mujeres coquetas y hombres con intereses licantrópicos; se atenúa la piel de naranja, hasta maridarla
con la textura y volumen de una pelota medicinal. Con esta herramienta, al
alcance de cualquier tutorial en la red -y al clic de un download gratuito- usted puede entrar en los jeans más ajustados, entallar graciosamente en los vestidos con
mayor escote, amoldarse en los zapatos más menudos, y brillar sin ojeras -o
patas de gallo- soportando incluso, el pérfido primerísimo primer plano de la
cámara más indiscreta.
Ahora, ésta letal
creación de la tecnología tiene sus momentos perfectos, casi todos muy lejanos
al contacto físico, pero, ¿qué hacer cuando la magia de la vida digital
termina? ¿Cómo taparse cuando se rompe la virtualidad y uno termine viéndose
cara a cara con las víctimas del engaño dentro de un ascensor… en especial, de
esos miserables con luz mortecina, agresores directos a la autoestima?
Pues nada mejor
que tomar las siguientes precauciones:
1.- sí lo reconocen hágase el loco o la
loca. Hable otro idioma, balbucee, toque todos los botones del ascensor, vaya
contra el flujo natural de los canales de transito, desaparézcase.
2.- De ser
arrinconado, diga que es el hermano o hermana mayor de la persona a quien se
refieren. De nuevo corra como el viento. Si usted no está ahí, nunca estuvo.
3.-
invente una carrera actoral. Diga que se encuentra fatigado por el intenso
trabajo del método Stanislavsky y que por eso, además de un maquillaje avejentado,
está un poco más delgado y sin sueño. Échele la culpa de todo al método, al
director, a los cosméticos, a la exigencia del rol a interpretar.
4.- póngase a
hablar en tono conceptual, artístico, fílmico. Hágale creer a su interlocutor
que está dentro de un Reality Show,
invítelo a saludar a cámaras inexistentes y déjelo hablando solo con un
heladero, quien supuestamente, es el director de la unidad de exteriores de la
súper producción.
5.- Por último, no
responda, no vea, ni interactúe. Guarde silencio, propóngase levitar… intente adentrarse
en un éxtasis místico. Voltee los ojos y
haga espuma por la boca. Nunca antes había sido tan bien visto un falso ataque
de epilepsia, como en estos tiempos de increíble doble filo, inaugurados por el
terrible y nunca bien ponderado Photoshop.
@ortegabrothers
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