Monstruos y cavernas
Joaquín Ortega
Los monstruos y sus cavernas ocultan tesoros y obras de arte.
Los tesoros y las obras de arte, anidan al interior de cavernas con
monstruos y oscuridades cenagosas.
Los monstruos en sus cavernas celan obras de arte, que al descubierto
perecerían en manos de los nuevos ricos o los asaltantes de caminos.
Las cavernas y los monstruos son amigos de raudales, de la práctica, de la divinidad
reservada y de la paz del diamante.
No hay monstruo sin apetito por lo bello, no hay caverna que no guarde el
rencor de los quiebres horrendos y que saboree la luz del oro blando y de las
pulseras moldeadas.
Las cavernas monstruosas alejan al carroñero y al truhán. Le ladran
oscuramente al carnicero del filamento y dejan entrar a los tenues y fugaces…
bravos de corazón y de alma.
Los tesoros saben enriquecer al que los mira… y al que los lleva consigo.
Mirar tesoros de reojo es una forma de llevarlos encima, y la primera gota
de riqueza, es la que asoma del viso que andando en mulas ríe, pudiendo coronarse
con irradiaciones de asteroides lustrosos.
Sabes que tu sombra es chica, cuando la ves de lejos… estremecida por tus
posesiones infinitas.
Los monstruos, las cuevas, las heredades frugales hacen caudal de una vida
serena.
Del encuentro con un monstruo se sale rico, de su caverna se sale con nueva
piel.
La cueva de la cueva es el monstruo que vive dentro de sí mismo. La marcha
que le da las razones al monstruo, los emparenta con los incendios cotidianos,
con el hambre del hogar, con la hermandad funesta entre los hijos de unos
mismos padres, pero parientes en el contrario horror.
En la cueva se estofa la temeridad a
fuego lento, se compran sin monedas los cristales que hacen ver a la presa que será
pan comido y agua de vida. Un cruce de miradas permite enterarse de los que
fraguan la víctima bajo las piedras.
En las cuevas monstruosas solo se revuelven los pies incorrectos, las
frentes heridas, los corazones culposos. Allí, donde no importan los tatuajes,
hay que buscar otras formas de llamar la atención.
El libro que se quema al entrar a las fauces del monstruo, muerde al cielo
y quiebra los huesos de los que repetirán la historia de boca en boca.
Hemos corrido en la mitología y bebido de la sangre improcedente, de las
dentelladas ajenas, de las camas de disfraces y de las lluvias con sonido hueco.
Los monstruos y sus cavernas velan caudales y trabajos de práctica oración.
No comments:
Post a Comment