Falso final: un
canon audiovisual personal
The Three Little Pigs. Los Tres
Cerditos (Burt Gillet-Walt Disney, 1933)
Joaquín Ortega
A Omar Noria
En la cultura audiovisual, pocas veces, se burlan apropiadamente
del coloquio interno
de la ficción. Eso sí, con la excepción de un programa llamado Supernatural. Allí, en un capítulo, Castiel
–el ángel guardián de Dean Winchester- observa en TV una caricatura del Coyote
y el Correcaminos. Al no entender del todo, el sentido del humor terrenal,
construye una interpretación propia, cuasi teológica y -palabras más, palabras
menos- cavila que el Coyote es una metáfora del hombre, constantemente corriendo,
tras lo que considera es la idea –o la realidad misma- de Dios. Como vemos, las
hipérboles, las sátiras o las ironías,
llevan encima el sentido del observador, y al igual que en la física, el
arte y la ciencia, intoxicamos con nuestra propia mirada, al objeto de estudio.
Hoy revisamos la caricatura Three Little Pigs (1933) producida por Walt Disney y dirigida por
Burt Gillet. Allí, nos encontramos una historia con varias moralejas: para la
perspectiva económica, dos de los tres cerditos parecen ser los típicos ciudadanos
que postergan –o detestan- el ahorro, viviendo en una suerte de infantilismo de
la generación de riqueza o de la responsabilidad financiera. Mientras su
hermano hacendoso, trabaja en la construcción de una casa cercana al concreto,
los otros edificarán frágiles hogares, hechos a base de paja y madera. El lobo
viene, y derriba ambas casas. Solo la vivienda construida en la solida piedra del
ladrillo y la argamasa, puede resistir el asedio del lobo feroz.
Para los que perciben predicciones de momentos más
adustos, el lobo feroz representa al mismísimo Hitler y a la destrucción de
gran parte de Europa, a partir del esfuerzo de conquista del ejército alemán.
En fin, a la mirada económica y política, podemos sumarle observaciones
sociales, estéticas, psicoanalíticas, místicas y hasta espirituales. Lo que llama
hoy la atención, grosso modo, de este
corto animado, son al menos tres elementos: la constante negativa de ciertos
personajes a escuchar a la voz de la previsión –esto es, vivir un eterno
presente-; el significado, tal vez furtivo, de la cruz en la parte superior de
la casa de ladrillos y; la tensión entre hedonismo y tradición.
El contexto en el que viven los personajes es bucólico,
pero civilizado, es una especie de zona rural con tonos históricos a lo farmer o gentry. La modalidad en la que se presentan los dos personajes
iniciales, que enfrentarán al lobo, es lúdica y los instrumentos musicales que
ejecutan figuran ser una extensión de sus personalidades: una flauta y un violín.
Una relacionada con Pan o Dionisos, claro representante de los momentos orgiásticos
y sicalípticos; el otro relacionado con Apolo, cuyas cuerdas se tensan, para
ser el arco que no daña, pero que igual alcanza lo sentimientos. En la casa de paja
de este primer personaje, resaltan dos cuadros colgados de las paredes: son
cerditas en poses sexys -incluso hasta podría ser él mismo ¿por qué no?- El interior
de la morada, manifiesta una tendencia psicológica al hedonismo y a la
liviandad, algo que también está relacionado al elemento aire que circula, a lo
largo de su flautín. El lobo entra en escena y derriba el primer hogar, luego
de corretear un rato, a los dos hermanos
pueriles.
El personaje del lobo es central, ya que no solo es
un enemigo exterior que se presenta en las vidas y propiedades de los tres
cerditos, sino que incorpora en su diseño arquetípico, a la naturaleza animal más
agresiva, vestida de ropajes humanos y con ciertos rasgos de un pasado que lo
muestran, como venido a menos. El lobo recuerda a un viajero peligroso, lleva
consigo una maleta que nunca abre, pero que habla, de algún tipo de
pertenencias propias y de origen fijo. Su indumentaria –los pantalones rojos y
el sombrero de copa- proveen ciertos rasgos de interés: el pantalón, remendado
a la altura de ambas rodillas, alude a carencias continuadas; el sombrero de
copa habla de alguien, con algún pasado relacionado con la diplomacia, la vida
social o la buena fortuna. Carece de importancia, que estas ropas sean propias
o de una anterior victima. El lobo es un constructo de fuerza y de apropiación,
a partir de la muerte y el arrebato. Prevalecen, los colores rojo y negro, cardinales
en la imaginería comunista o fascista, pero también relacionados con el tradicional
mando de los cardenales de la iglesia católica.
En el ínterin -entre la demolición de la casa de
paja y la partida al hogar de madera- notamos, que con la fuerza pulmonar del
lobo se produce una suerte de rueda, de circulo de paja que deja ver, en una
esquina, la presencia de una noria que termina señalando al oeste, esto es hacia
occidente. ¿Intentará el subtexto de la caricatura anunciar, que el próximo destino
del lobo feroz es occidente o que, simplemente, es la civilización occidental
el futuro?
El segundo hogar le da un poco más de trabajo al
lobo, utiliza una nueva táctica, haciéndoles creer que ha partido. Regresa
disfrazado de bebé oveja con biberón incluido, y al no poder entrar mediante el
engaño, bufa fuertemente y echa abajo el espacio residencial. Dentro de esa
área, notamos la presencia de otras imágenes colgadas en las paredes: parecen
ser recordatorios de cierta prosperidad, reparamos en la presencia de una
estufa y la conexión con una era más cercana: la edad de hierro.
A pesar de encontrarnos con un elemento exterior: el
hacha sobre el tronco de un árbol, los cerditos deciden huir, antes que
defenderse por sí mismos. En la carrera al hogar del hermano previsor, el lobo
choca contra un árbol, cuyos frutos parecen ser manzanas o tomates, símbolo de
la prosperidad, la salud y la abundancia. En su carrera contra sus presas también
la riqueza natural de la tierra sufre un impacto.
Es de notar, que ya el hermano juicioso, en un acto
de previsión recibe a sus hermanos en fuga con la puerta abierta. La casa de
madera tiene una cruz en el ático –posible ligazón entre la fe o los símbolos
solares inconscientes pretéritos- Asimismo, en la morada, aparecen un piano,
una cama y tres cuadros guindados en las paredes. El piano -musicalmente hablando-
completa y supera las dos formas del lenguaje y de las capacidades expresivas de
la flauta y el violín. De los cuadros resaltan: a la izquierda el del padre,
representado por unas salchichas, esto es la muerte como historia reciente; en el
medio, el de la madre –una cerda que amamanta a un número mayor que tres
cerditos-; en tercer lugar, aparece un jamón, que pudiera suponer un posible
tercer acto, en la vida de un cerdo cualquiera.
El lobo repite el evento de soplar y soplar, pero al
no poder derribar la casa, se disfraza nuevamente, parece una suerte de
ropavejero de la historia, en clave volteriana. A primera vista, pudiera ser un
recurso de humor, con ciertas remembranzas a la personalidad y fenotipo de
Groucho Marx –con los movimientos de cualquier acto de vodevil clásico- pero
astutamente, el dueño de la casa de ladrillos, utiliza las propias mercancías en
venta para asestarle un golpe al lobo. ¿Se trata de un recurso ingenioso o es un
mero giro típico, de cierto antisemitismo caricaturesco? En versiones posteriores, incluida la de DVD se
le cambiará el acento yiddish y el estereotipo hebreo. Volviendo a la narración,
progresivamente, el lobo feroz pierde la
paciencia, toda su animalidad aflora y se deshace del disfraz y hasta de los
pantalones. Se inicia un duelo de violencia exterior, contra la seguridad
interior musical del cerdo juicioso tocando al piano, dándole una respuesta melódica
a los infructuosos intentos de demoler la vivienda. El contrapunto “agresión física”
versus “respuesta simbólica” llama la atención por la capacidad de sobreponerse,
en ciertas sociedades, a toda provocación con el uso de una respuesta de vida -y
alegría- frente a la adversidad. Vinculado a este último punto, recordemos la cantidad ingente de musicales que se filmarían en Hollywod, en los años 40 para mantener en alto la moral del país y de los combatientes.
El lobo busca nuevas formas de irrumpir, decide así,
entrar por la chimenea. Debajo de esta, una olla gigante hierve el agua, el
cerdito previsor le agrega trementina al líquido, y el lobo cae en ella,
recibiendo una agresión química, muy por encima de lo previsto.
Parecieran abundar, en cada una de las escenas, de
este cuento infantil -contextualizado, en ese particular periodo entre guerras-
una suerte de filosofía de la previsión, una ética del trabajo, una especie de teoría
del bunker, una tesitura de las acciones, cercana al valor del realismo político,
enfrentada claro está, a la dinámica de los posibles engaños y de las ataques externos.
Existe, un fuerte contenido de coyuntura
y circunstancia, para la elección de toda esta serie de elementos vinculados
con el valor de la responsabilidad, la inmanencia de la fe y la presencia de
agresores externos, irrumpiendo en los márgenes de las propiedades privadas más
íntimas. Las personalidades despreocupadas, e inicialmente bravuconas de los
hermanos, que quedan sin hogar, se reflejan en su opuesto diametral: el hermano
prevenido, industrioso e ingenioso, quien al final remata en clave humorística,
desvelando la cobardía del que habla mucho, disfruta mucho, pero que lamentablemente,
resulta la primera baja ante los embates de la circunstancias, al parecer cíclicas
de la fiereza foránea.
En conclusión, sin previsión, sin fe -y sin consciencia
del pasado- la llamada ley de la vida se puede llevar, de una sacudida, lo que
creemos que son los cimientos físicos o éticos de una existencia placentera y distraída.
1 comment:
Awesome blog youu have here
Post a Comment