8 no son suficientes: The Black Keys y Turn Blue (2014)
Joaquin Ortega
Con siete trabajos a cuestas The Black Keys llega, a un momento en su carrera, en donde su tumbao es lo más parecido a una escena
de Zathura: es una mezcla de pasado
espacial con futuro terrenal, cada canción es como una vuelta en una carrera de
Nascar, pero con la pista dentro de un desierto sideral. Hablamos de
psicodelia, soul, rock y funk a velocidades emocionales enfrentadas.
Turn
Blue es una obra
redonda, emocional, polisémica, promiscua llena de tantas interpretaciones y
derivas como solo pueden ser los retazos de despechos, de barrancos y de postales
mentales. Sentidos en conjunto este álbum se visita como una región geográfica
musical desconcertante y tosca.
Cada track
es una cuerda hecha de nudos roncos distintos, sus influencias pasan por ciudades
como Detroit… o el campo de Tennessee… los bares de Chicago… los efectos overdrive… guiños al pasado de
Missisippi, y a contemporáneos como Joe Bonamassa y Guy Forsyth.
Dan Auerbach y Patrick Carney presionan a los fanáticos,
que los han seguido en el tiempo y a los nuevos oyentes, que los descubrieron
con El Camino. Algunos de los temas son primitivos y crudos, se entran a coñazos con
el post punk más dark y con las canciones de tres acordes. Luego le van subiendo dos
a la perforación de los sonidos prehistóricos del blues y le meten al freakbeat
un tramo de carretera 66 y bastante Brit Pop en clave sombría.
Se nota la influencia de John Wood, el pana que en
vivo le da a los teclados, vocales, órganos, y sintetizador. Dan Auerbach se
faja en estudio para lograr sonidos y reverberaciones por encima de la media
normal, de lo que dan los instrumentos. Literalmente les saca el jugo y,
posiblemente, más de uno de esos órganos Hammond
habrán terminado en el taller, luego de
una buena pela en grabación.
La mezcla de casi todos los temas juega de nuevo con
la experiencia de inmersión y de rebote natural que tiene la estética de garaje,
pero también, creo yo, está diseñado para que en directo las canciones se
desarrollen por sí mismas, en sus versiones al aire libre.
Ahora, voy de arriba abajo con los temas, porque
creo que la experiencia de este álbum es de final a principio y no de principio
a fin.
Gotta Getaway es definitivamente la que logra una secuela
inmediata en el sistema inmune del oyente, es verdaderamente Sticky, Esta hecha de la materia de los clásicos
instantáneos. Con John Fogerty harían un excelente trío en esta pieza.
Seguramente, la grabó Auerbach con una Rickenbacker
360 y con efecto de octavas… de esos que ya no se consiguen ni con la Ouija.
In Our Prime suena a British
Invasion, el teclado y el delay
de las guitarras son de una conjunción casi astrológica. Es como un cruce con las texturas de Revolver de The Beatles y algunos de los primeros momentos de Yardbirds.
10 lovers mueve el amor rockero hasta la parazón. La línea de
bajo, vecina al funk, genera un mecanicismo orgánico al que le roncan los
motores, su desarrollo te envuelve como
un vendedor de cursos de inglés callejero, al que terminas ayudando a embaucar a
otro peatón, con una tarjeta de crédito que sí aguante la raspada.
Waiting on words es el propio duelo entre una guitarra efervescente y
una batería telúrica. Es la que se siente más cercana a Joe Bonamassa. En otros
momentos, juguetea con la gracia decorativa de una sesión de Muddy Waters.
It’s up to you sin duda, es
la más familiar a la improvisación, es psicodélica y pudiera bautizarse como la
“Miss Garaje 2014”
Bullet n the brain irrumpe con el tempo
del country, luego parece darse un
viaje en autobús por Arizona. Combina lo mejor del rock tequilero con lo “macho
dominante” de bandas como Bachman Turner
Overdrive o las tenidas en vivo de Ted Nugent.
Year in review viene con esos solos de guitarra que tanto le
gustan a Dan Auerbach –en modo Crack-
entre arpegios y riffs a lo película de
David Lynch. Segurito que a más de una estudiantica mal parada la perjudicarán
con esta canción “moja blumas”
Fever le da el acento vintage
al disco y abre el camino con el órgano para la verdaderamente hipnótica “Turn Blue”
Turn Blue con toda la intención puesta, en que se te pegue el
coro, es una especie de epitafio sublime a un tour como el de Brothers
In time también juega con las vibras Soul, y son la voz y los arreglos, en general, los que combinan una
especie de furia con lástima, en un final de tema, que sorprende por su tratamiento
casi que de quiropráctico.
Weight of love engaña por tibia y huele a camisa de leñador de Eddie
Vedder, pero también coquetea con el Brit
Pop de armonías en su punto, esta pieza promete en vivo, porque tiene todo
el espacio para un contrapunto batería-teclados-pandereta. Es un primer track, que a mi juicio, no da
necesariamente la cara por un álbum que rockea como pocos en lo que va de 2014.
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