Thursday, October 29, 2015

Destruir la reflexión: la universidad venezolana frente a la ruina del país rentista


Destruir la reflexión: la universidad venezolana frente a la ruina del país rentista
Joaquín Ortega

Hoy, Newsweek Venezuela conversa con 4 intelectuales, cuyo perfil académico, los convierte en el vivo ejemplo de profesores quienes han tenido éxito, al interior -y más allá- de las aulas universitarias. Convergen en sus pasiones, la voluntad por sus diligencias ciudadanas -y el galanteo sutil- con la introspección y el trabajo extra muros.

Jorge Luis Borges dijo alguna vez que: “la universidad debiera insistirnos en lo antiguo y en lo ajeno. Si insiste en lo propio y lo contemporáneo, la universidad es inútil, porque está ampliando una función que ya cumple la prensa”. Ante esta picante insinuación ¿cómo podríamos reaccionar? ¿Con lasitud, con postergación, con un frío giro, hacia otro lado? ¿Es el pasado más importante que el presente, dentro de los claustros del saber comedido y sopesado?

Igualmente, nada más cónsono con esos espacios para el saber, que asumir que el verdadero pensamiento es cosmopolita, es enciclopédico y por ende, universalista.   ¿Qué hacer cuando ya no se queman bibliotecas sino que se estrangulan voces y se impiden lecturas, que no son complacientes con el mando de los déspotas y arbitrarios? ¿Cómo defenderse de aquellos que aún siendo egresados, embisten contra su propia casa de estudios?

El ágora virtual se inicia. Empezamos por la crisis y la autonomía.

JO: ¿Cuándo comenzó la crisis de las universidades nacionales, entendidas como autónomas? ¿Terminará algún día?

Jesús Rodríguez: aunque hubo eventos previos, la crisis se inició cuando los gobiernos empezaron a intervenir en ella, sin encontrar quien la defendiera. En la segunda mitad del siglo XIX, José María Vargas sí detuvo las pretensiones del Presidente Monagas -en 1847- También, Guzmán colaboró, vendiendo sus propiedades otorgadas por el Libertador Simón Bolívar, para que tuviese autonomía, en fuente de ingresos. La crisis no terminará, mientras sus autoridades   -de antes y de ahora- entiendan que la autonomía no se negocia, ni siquiera con porcentajes de cupos para otros organismos como OPSU, porque se llega a la situación actual.

Eladio Hernández: Yo creo que el momento crucial, fue al final de la década de los sesenta –hacia 1968- con el allanamiento… y luego, a principios de los setenta        -1971- con la nueva Ley de Universidades. Terminará cuando los universitarios nos hagamos respetar, tanto a lo interno como a lo externo; es decir, cuando los docentes universitarios entendamos nuestro rol académico y cultural para los venezolanos y latinoamericanos ante el mundo. 

Pedro Urruchurtu: Pienso, que la crisis de las universidades nacionales comenzó desde el mismo momento en que se concibió el modelo que hoy las sustenta. Por supuesto, en otro momento país, las circunstancias eran distintas y eso permitió mantener y darle vida a una dinámica hoy agotada. La absoluta dependencia al presupuesto -que brinda el Estado- la convierte, necesariamente, en una institución secuestrada y más frente a un gobierno enemigo de la Academia y el pensamiento libre. Se hace urgente un cambio de modelo -y un debate- sobre cuál debe ser el que debe imperar; comprendiendo, lo que significa el conocimiento en pleno siglo XXI. La necesidad de la participación de la empresa privada y sus aportes, así como el de los productos que las universidades generen y, en definitiva, un modelo ajustado al desarrollo real del país, siendo verdaderamente libre. Entonces, así, es que podremos ver un cambio. Del resto, sólo nos quedaremos pidiendo presupuesto justo.

Rafael Romero: La universidad nunca ha sido autónoma. Quizás, si la crisis se refiere a su autonomía, el modelo de gestión subordinada, de carácter petrolero, sea el giro, que en el período democrático, marca una situación  definible como crítica. Aunque, yo no le definiría como crisis a la situación actual, porque veo que la subordinación petrolera goza de muy buena salud. 

El papel de la Academia, de la Ratio Técnica y el conocimiento.

JO: ¿La academia tiene algo que decir hoy en día? ¿La RatioTécnica triunfó sobre otras razones? ¿Cómo producir y transmitir conocimiento, en éste exacto momento histórico?

Pedro Urruchurtu: la Academia tiene mucho qué decir, pero también mucho qué explicar. Afirmo esto, no por sus defensores y quienes creemos en ella, sino por aquellos que han guardado silencio cómplice y han permitido el avance de un modelo de naturaleza totalitaria que busca aniquilar toda forma de pensamiento libre. Hay una gran oportunidad de reflexionar sobre los errores cometidos y sobre hacia dónde debe ir Venezuela. Y, sin duda alguna, el conocimiento que debe transmitir la Academia venezolana hoy es el inherente a su preservación y defensa, pero también lo que comprende la necesidad de recuperar y defender valores y principios democráticos y de libertad.

Jesús Rodríguez: la Academia debe seguir formando técnicos que sean ciudadanos, en este momento de quiebra moral y económica, debe  erigirse en un bastión y cambiar la estrategia de megainvestigaciones, por proyectos más pequeños, de preferencia individuales. Para transmitir conocimientos: utilizar las modernas herramientas, que de paso, surgieron, en parte, por respeto ecológico.

Eladio Hernández: sí, tiene que decir y mucho. Pareciera que ha venido prosperando un "pragmatismo academicista", lejos del verdadero papel que deben tener las universidades con el país; es decir, el término de “comunidad académica” por el papel de “comunidad docente”, solamente; y eso, debido a las múltiples y variadas intervenciones de los agentes, tradicionalmente enemigos de la cultura y de la ciencia.

Rafael Romero: esto es pura derrota, aquí no hay victoria… jajaja. Más que victoria de la razón técnica, yo hablaría de éxito de la razón afectiva. El triunfo del individualismo freudiano ha hecho demasiado daño a la convivencia colectiva. 


La política y lo que dice

JO: ¿Sigue teniendo la política algo que decir?

Jesús Rodríguez: Sí.  Que el abandono y menosprecio en participación en política trae consecuencias en forma de gobiernos despóticos, corruptos, oligárquicos, con delincuentes dentro de su estructura… desordenados; que esto es válido para cualquier parte del mundo.

Pedro Urruchurtu: tiene mucho qué explicar también. La política siempre tiene algo que decir y hacer, el problema es que algunos se adueñan de ella y en su nombre actúan, desvirtuándola. No obstante, es importante que la política asuma su rol en la sociedad y que los ciudadanos también lo entiendan así y comprendan su rol. Esa relación recíproca es la que permitirá, no sólo conducir a Venezuela a un cambio de modelo, sino a que la política apunte a decir lo que debe decir.

Eladio Hernández: Sí, y mucho. Lamentablemente ha sido una de las ciencias más perjudicadas por el pragmatismo y demagogia gubernamental.

Rafael Romero: lo colectivo ha sido, a la vez, replegado y exacerbado de formas que favorecen tanto la gestión individual de los fracasos, como a la sublimación colectiva de las esperanzas. Ante estos problemas, las soluciones aún no han sido innovadoras. 

La barbarie organizada como gobierno

JO: ¿Cómo se puede evitar que la barbarie organizada -o desorganizada- vuelva a gobernar en Venezuela otra vez?

Eladio Hernández: más bien es una barbarie desorganizada. Se logra educando al pueblo, sobre todo a los electores que tienen esa responsabilidad; estableciendo mecanismos institucionales en la ciudadanía, para que rechace la demagogia y el populismo irresponsable. 

Jesús Rodríguez: Las medidas profilácticas tienen la misma inspiración en Ciencias Naturales y en Ciencias Sociales: combatir las causas y subsanar los hechos nocivos establecidos. En nuestro caso, es ejercer la ciudadanía y así no volver a permitir malos gobiernos -y aliados- que de manera continua, socaven la confianza y el apoyo, que a los gobiernos deben los ciudadanos como legitimantes; no satanizar la participación política sino encausarla; hacer cumplir a las instituciones los objetivos para los que fueron creadas; ser abiertos ante la capacidad creadora de los ciudadanos para resolver problemas cotidianos.

Pedro Urruchurtu: Por un lado, entendiendo quiénes fueron los que nos gobernaron, llamar a las cosas por su nombre, poner las responsabilidades donde corresponde y, sobre todo, tener un sentido absolutamente estricto sobre qué es lo que no debemos repetir. Eso pasa, por dejar de lado prácticas propias de la oposición, que piensa que recordando o incluyendo aspectos del actual estado de cosas, tendrán la simpatía de los que apoyan a quienes gobiernan hoy. La sensatez y la verdad deben ser clave, luego de tantos años de mentira. Romper el modelo obliga a hacerlo en serio, con una transición real, no gatopardiana.

Rafael Romero: simplemente, hay que acabar con el petróleo.

¿Qué hacen y qué aportan como intelectuales?

JO: ¿Cuáles son sus áreas de estudio principales y qué piensan que pueden aportarle a la construcción, reconstrucción o reinvención del país?

Pedro Urruchurtu: las Relaciones Internacionales, con énfasis en la Política Exterior de Venezuela, pero también análisis de política nacional. Remitiéndome a lo primero, que es lo principal, esa construcción, reconstrucción o reinvención pasa por la reformulación de muchas de nuestras relaciones y por la revisión de quiénes son nuestros aliados. Asimismo, pasa por una comprensión de la dimensión real que alcanzó este proyecto de alcance regional -y hasta mundial- y a quiénes debemos recurrir para solicitar ayuda en esa reconstrucción. No se trata sólo de deudas o relaciones peligrosas, sino del replanteamiento de nuestra Política Exterior en sí misma, que sea coherente con los objetivos de esa nueva Venezuela y que ayude a alcanzarlos. Todo esto, con la premisa fundamental del rescate en nuestra propia confianza, para así cambiar nuestro esquema de relacionamiento con el mundo. 

Rafael Romero: me enfoco en superar - teórica y pragmáticamente-  al individualismo ingenuo. Trabajo el área de la neuropolítica.

Jesús Rodríguez: Mis áreas de estudio y que ejerzo son Neurociencias y Ciencias Políticas. En la primera, trato de mantener la enseñanza actualizada en pre y postgrado, con las líneas modestas de investigación autofinanciada que llevo desde hace un lustro, con participación estudiantil y de residentes de postgrado. En la segunda: continuar con investigaciones en Historia Política local, para contribuir al acervo del pensamiento político venezolano del siglo XIX… apoyar con mi materia “Política y Salud” al Doctorado de Salud Pública de la Facultad de Medicina UCV, ofrecer mi Tesis Doctoral -Pensamiento Político de José María Vargas- como materia al Postgrado de Historia y al de Ciencias Políticas. En ambas áreas: mantener y mejorar el cumplimiento de las normas éticas y producir conocimiento nuevo y útil para las nuevas generaciones.

Eladio Hernández: es la politología. Aquí, nuestro aporte es el sentido común cargado de ética y conocimiento, el cual debería ser difundido por los medios de comunicación, sin el sesgo de los intereses patrimoniales de las empresas e instituciones, públicas o privadas.  

¿Es el fin de algo?

Para muchos venezolanos, volver a votar por este gobierno, es enfrentarse a una película mala, funesta y repetida. Parafraseando a Samuel Johnson: “casarse por segunda vez, es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia”;  así, que bajo ésta idea –la de volver a creer en un cambio positivo para el país, con la misma receta fracasada, durante 17 años – nos parece, que simplemente chocamos con la acción obstinada de un pensamiento delirante. Arruinar la educación es echar abajo al joven, antes de que pueda andar. Deshacer la memoria histórica con inexactitudes y monedas falseadas, fomentar la incorporación de falsos supuestos la investigación en las ciencias sociales, y en especial, matar a la pregunta, por incómoda, por civil -y sobre todo por democrática- es lo que subyace, en todo este ataque proyectado, descomedido y artero del gobierno nacional, frente al presente de las juventudes venezolanas.

Recordemos esa monserga de  la vieja derecha, en palabras del brillante, pero políticamente impresentable, Martin Heidegger: “La educación del pueblo, a través del Estado para el pueblo –ese es el sentido del movimiento nacionalsocialista-“; pasando por la novísimas izquierdas neoestalinistas                –ataviadas de espejismos participativos,  a lo Boaventura de Sousa Santos- , cuyos centros de formación no parecen ser sino el abrigadero que acondiciona el verbo de repetidores de frases hechas, y el remozamiento de liderazgos para los partidos únicos, contextualizados en sistemas políticos corruptos y represores.

Parecen ser malos tiempos para los humanistas, no mejores tiempos para los durmientes. De hecho, ya son virulentos tiempos, para los que sospechan que pensar por sí mismos, se ha convertido en el acto de autoafirmación más significativo y peligroso de la Venezuela actual.



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