Monday, April 29, 2013

Una muy incompleta historia de vida




Una muy incompleta historia de vida
Para la Salle, Tienda Honda
Joaquín Ortega (Politólogo, escritor, locutor y creativo audiovisual) 

Nací en Caracas. En el Hospital Clínico Universitario en 1969. Era un 25 de enero. Dicen que era domingo – ¿o tal vez lunes?- día de Santa Elvira, según revisé, años después de haber aprendido a leer, en un calendario Rojas Hermanos. Mi madre –Iris- maestra de profesión -y de vocación- me hizo entender que lo que no se estudia de manera alegre no se fija en la memoria ni resulta útil.  

Estudié primer grado en la escuela José Mercedes Santeliz, muy cerca de la casa de la señora Longa. Allí, cada bistec y cada tajada frita eran estrictamente una delicia. Con esos sabores, y con ese cariño, todavía sueño, hoy en día. De segundo hasta quinto grado estudié en el colegio el Buen Pastor, donde recuerdo con especial cariño a la maestra de segundo y tercer grado Elda y a la directora la Maestra Petrica.

Siempre dibujé muy mal, para los estándares de entonces, que eran simplemente “no salirse de las líneas” de los cuadernos con imágenes para colorear. Así, que por creerme el cuento de que hacía cosas feas nunca mostraba lo que hacía. Ahora me divierto haciendo las rayas y las criaturas que me vienen en gana.

El sexto grado lo cursé en el colegio el Buen Pastor, donde nunca pude tumbar eficientemente mangos; lo que sí hice, fue tomar agua de una fuente directa del cerro El Ávila. Allí un profesor invitado -Carlos Pérez Ariza- me celebró unas noticias falsas, en donde un asesino callejero picaba a la gente por la mitad con un sable láser de Star Wars. En ese momento, me di cuenta hacia donde enfilar algunas ganas.

Ya iba dejando de ser niño para volverme adolescente y montado en los carritos y autobuses soñaba y hablaba solo. De grande hago lo mismo, pero en el Metro y en los carros donde gentilmente me dan la cola.

El bachillerato pasó por mí, con buenos y peores momentos, dos liceos con nombres de prócer o de barco hundido siguen llevando sol y sombra: Lino de Clemente y Gustavo Herrera. Ser a veces rata, ser a veces el sometido, es el balance de la adolescencia. Lo mejor fue leer, escuchar y medio tocar rock y música académica, aprender a tener amigas y a tratarlas como damitas, cosa totalmente distinta a vivir entre los lepes y coquitos entre panas.

La universidad no fue fácil: me perdí entre vocaciones que más bien parecían derrames de líquidos tóxicos: física, filosofía, derecho. Todos los intentos estaban puestos en llegar a comunicación social, pero fue en ciencias políticas donde me gradué, en la Universidad Central de Venezuela. 

Ser politólogo me hace escéptico, ser escritor me hace memorioso, ser libretista me hace momentáneo, ser poeta me da pausa. Escribir humor me mantiene cuerdo.

Antes de graduarme, ya escribía en Radio Rochela, gracias al descubrimiento de unos textos humorísticos que le di a la profesora Magaly Pérez, novia de Laureano Márquez, para aquel entonces.

Con un breve seminario que nos dictó Laureano, comencé a colaborar regularmente para el espacio de televisión más visto y con más historia de la TV nacional. Fue una gran escuela de escritura, fue una gran escuela de supervivencia en ese particular zoológico humano llamado televisión.

Luego de dos años en RCTV, volví a la calle. Vendrían más ministerios, organismos públicos, partidos políticos viejos, nuevos o reencauchados, más estudios filosóficos, salones de clase e intentos de hacer radio. Programas de TV fracasados, malos sueldos, robos de ideas, rabias, traspiés, para siempre levantarse de nuevo. Vivía una doble, tal vez triple vida. Quería escribir chistes o situaciones graciosas, pero sin intermediaciones ni censuras. Al fin, me tocó el turno al aire.

Hice durante 5 años el Show de la Gente Bella en la radioemisora 92.9 FM con un gran equipo. Todos los locutores, escritores y productores de entonces –ya hoy con carrera propia, en casi todos los medios importantes de Venezuela y el mundo- siguen siendo mis hermanos y hermanas. Luego, a partir del comienzo de la persecución de la libertad de expresión –Ley Resorte en 2005- salí del aire y volví a escribir para otros artistas. En ese tiempo hice libretos para cine, para TV… mucha más radio –ahora extranjera- algunas veces firmé con mi nombre, en otras, tuve que utilizar seudónimos.

Otra lección: la gente mala existe, es vengativa y tiene buena memoria. Lo único que nos salva de ellos, además de Dios, es que se meten con gente más mala por rutina y dejan de ocuparse de uno. Incluso hasta nos olvidan.

Del 2006 al presente he dado clases en la UCV, en la escuela de Estudios Políticos sobre varios temas que me interesan desde el punto de vista académico: la teoría política, las utopías y las distopías, las nuevas tecnologías. Siempre me ha llamado la atención cómo el arte se cruza con las ciencias sociales, la filosofía, y sigue su camino luego, hacia sus propios destinos.

Hoy, sigo escribiendo, sigo al aire en 92.9FM en la Hora Verde –un programa nerd, como yo… como muchos- sigo dando clases donde puedo y tratando los temas que más me gustan o que más me disgustan.

Disfruto y reflexiono sobre la ciencia ficción, el humor, la filosofía política, las tecnologías, la poesía y la vida en las ciudades, en donde me tocó vivir. Me gustan los perros y los gatos, las peceras, las playas bajitas y mansas. Crecí con la televisión, con los cómics, con los libros y con el cine. Todos los días los sigo encontrando, ya sea en las viejas salas o en los nuevos dispositivos que se inventen.

Me gustan las historias con finales felices, pero sí son tristes, las entiendo como pasajeras. Estar vivos es un asunto de un tiempo breve, no resulta nada nuevo decir, que nada en la tierra debería eternizarse. Por eso, disfruto las bebidas frías con mucho hielo, pierdo el tiempo imaginándome la vida cotidiana de los superhéroes, y quisiera comer, al menos, una vez a la semana, en una larga mesa con mucho pan, con muchas cosas rojas y verdes salidas de un sartén caliente… que haya mucha familia y muchos amigos. 

Esa me gustaría que fuese la escena que se repitiera en mi ciudad y en muchas otras.

Si pudiera pedir un deseo, sería conversar un buen rato con mis ídolos vivos o muertos y preguntarles detalles que solo a los ociosos nos importan: ¿qué música escuchaban y por qué? ¿Qué hubiesen preferido de regalo de cumpleaños? Y ¿quién les dijo que esos cortes de pelo les iban bien?

Hay más cosas dentro de una historia de vida que pueden tratar sobre el amor y otros asuntos. Cuando se me ocurra qué colocar, lo haré.

No me queda más nada que desearles que rían… lean… amen… sueñen…pinten, bailen, naden, viajen y nunca guarden en el recuerdo, nada que les quite el apetito.

Caracas, 29.04.2014    
                
    

2 comments:

Alonso said...

Bonita forma de hablar, pasé parte de mi adolescencia viendo el show de 92.9 y tus palabras evocan cosas agradables de las que si me detengo a pensar, puedo recordar. Saludos Joaquín.

Joaquín Ortega said...

gracias hermano!!
un gran abrazo!
J