Tuesday, April 06, 2010

James Cameron. El Arte del Negocio



James Cameron: El Arte del negocio


Joaquín Ortega



Avatar es un éxito de taquilla, una vuelta de tuerca a los efectos especiales, un triunfo de mercadeo, en clave de Word of Mouth. James Cameron, una vez más, demuestra que un inmenso presupuesto y una agenda de filmación agotadora -combinados con una historia tan simple, como el enfrentamiento entre buenos y malos- puede darle al público una segunda edad de oro a un arte, cuya base financiera se mueve, entre los dudosos parajes del éxito y el fracaso.



No hay duda de que James Cameron sabe gerenciar y delegar, después de crear una arquitectura narrativa a partir de su imaginario, Avatar se ha convertido en la película más taquillera de la historia, detrás de Titanic, también de su autoría.



Cameron es, sobre todo, un negociador astuto, presta atención a los espacios en donde se desarrolla la tecnología animada, donde se propicia un descubrimiento se asocia, donde no existe la fomenta. Observa y evalúa cuál tipo de literatura de ficción consumen los segmentos 12-23 años, cuáles son los juegos en video más reclamados, donde gastan su dinero los nuevos Geeks. Al igual que una corporación de productos masivos -o algún entertainer o caudillo agitado- el director canadiense explora, mide y rediseña sus mensajes y productos con data en mano. Así –casi bajo el mantram de un gurú de los negocios como Peter Drucker- el mercado, el cliente y la tecnología se funden en una sólo misión: generar un producto cultural relevante, vivo y circulante.



La apuesta de Cameron, es la jugada de los grandes, la de aquellas fortunas que saben que al apoyar sus aventuras fílmicas están haciendo algo más que entretenimiento. Sus intentos previos se convirtieron, por un lado, en el refrescamiento de la industria –sería algo mezquino no reconocerle que con su energía se fomentó el cine en los años noventa, preservando así, una forma centenaria de encontrarse con historias audiovisuales, atrayendo a grandes y viejas audiencias, e inoculando en las nuevas generaciones, la experiencia de asistir a ese espacio oscuro y social llamado teatro. En 2009, por segunda vez, luego de Titanic, no se cansa de echarnos en cara su don para el milagro.



Que James Cameron haya hecho que la gente vaya a las salas, en lugar de quedarse en casa a ver la versión en DVD de su más reciente film, es un asunto poco menos que azaroso. Para muchos Avatar es una obra de arte que refunda el cine norteamericano, así como D.W. Griffiths lo hiciera con El Nacimiento de una Nación. Cameron permitió lo que muchos críticos llaman el “viewer empowerment”, esto es, el empoderamiento del espectador, en el sentido de Andrè Bizan. En resumidas cuentas, el enfoque y la riqueza visual de cada fotograma le dan al observador una profundidad y variedad, incluso más allá de la percepción real que nos dan los sentidos.



Pero incluso, otros escalpelos van mas allá, consideran que: “no es una experiencia de vida, es una experiencia artística… es una puesta en escena más real que la vida, coreografiada”… a lo que agregaríamos con un complejo andamiaje de colores armonizados, coordinados, combinados y semifundidos, en función de una estética -y una paleta de colores convenidos- para relatar una historia.



Si a Andrei Tarkovski se le criticó alguna vez que retocaba el entorno antes de filmar –plantas, árboles y senderos- a Cameron no se le puede reprender por hacer que Pandora promueva una óptica, una cinemática, y al final un tapiz cuya plataforma cambiante es la de las acciones y las emociones de los personajes. El detalle de las texturas, la pormenorización de la existencia arbórea, la definición de cada hoja, a través de movimientos casi naturales, actúan en concordancia, con lo que se pretende expresar en relación a ese planeta inmaterial: ¡eso es Pandora!



Cameron invierte en la tecnología 3D -con casi 40 años en el ruedo- pero proporcionando un mayor número de formas que distinguir, y sobre todo con menos lanzamientos de objetos hacia el observador, que en sus primas baratas, conectadas a ésta tecnología. Cameron, al igual que Michael Mann –otro duro del cine-, invierte en cada conjunto de técnicas como si en ello se les fuera la vida. Ambos -cada uno en sus propias temáticas y obsesiones- coinciden en que el lente, la cámara y la máquina que registre sonidos e imágenes deben proporcionar más y extender las capacidades humanas para fagocitar una propuesta de entretenimiento, la cual jamás dejará de ser artística.



Ya sea que consideremos que Avatar es un simple western, una película de caballería o la historia inocente de alguien que se pone del lado de los oprimidos en una guerra étnica -recordemos a Richard Harris en Un Hombre Llamado Caballo, a Kevin Costner en Danza con Lobos, la fábula fundacional Pocahontas, o la idea del buen salvaje rousseaniano- con ella Cameron mantiene su cuádruple título como fiable inversor, competente director, narrador generador de emociones, y un estimulo intelectual para cualquier persona que pretenda ser parte de esa máquina de sueños.


Trivia:



Cameron además de apoyarse en la compañía de efectos especiales de Peter Jackson, subcontrató a más de 300 personas, entre editores, postproductores, animadores y efectistas de sonido

El mundo de Pandora no sólo requirió de una nueva flora y una nueva fauna, sino también de un lenguaje nativo, el cual no procede de ningún texto previo, ni de un comic, ni de una línea de juguetes –que seguramente vendrán- sino de su cultura mainstream cinematográfica


Más allá de su mensaje político casi infantil –la lucha entre el buen salvaje, versus el militar o el codicioso aventurero, el racismo, etc.- ésta aventura épica no se pierde solamente en esos derroteros. Como uno de los tantos leit motivs de Cameron, sus personajes femeninos son fuertes, determinados e independientes



Algunas paradojas:



Siendo una película con un mensaje Pro ecológico y casi antitecnológica, en su producción se invirtieron 250 millones de dólares, de los cuales más de un tercio se destinaron a animación computarizada.

Avatar es una crítica a la administración Bush, guerrerista y respaldada por sus socios, gigantes energéticos, pero asimismo, fue parcialmente financiada por la cadena FOX. Rupert Murdoch, su dueño, fue uno de los principales promotores de la guerra en Irak, lo cual resulta tan gracioso, como ver a Oliver Stone recibiendo dinero de países comunistas, para financiar la segunda parte de su fábula capitalista Wall Street: Money Never Sleeps.

James Cameron recibió duros ataques desde muchos estudios de cine, al atreverse a reexplorar la tecnología 3D en sus pruebas. A partir de su éxito, el 67% de los estudios a nivel mundial, están desarrollando algún tipo de propuesta 3D propia.



Ejemplos de un líder en los negocios:



Cuatro ejemplos de un liderazgo sobresaliente y que demuestran ciertamente, un nivel de competencia gerencial.


James Cameron cumple religiosamente con cuatro tareas en el área de los negocios, casi al pié de la letra de Kiyosaki:



1.- Le paga bien a sus asesores

2.- Domina una formula –gerencial, técnica y cinematográfica- y aplica una nueva

3.- Está constantemente atento sobre el retorno de y sobre la inversión

4.- Sus ahorros, durante la creación de su fortuna, fundamentalmente fueron utilizados para crear más dinero y no sólo para pagar cuentas.


3 comments:

Anonymous said...

excelente mai fren!!!

MK said...

!que bien te sale el gerencial thinking con el cinema!

siga asi!!

MK

Anonymous said...

Congrats bro
me gusta esa linea kiyosay!!!

KH