Diario
de un jodedor: entre chulos y roommates
Joaquín Ortega
Así como existen anaorgásmicas, es decir jevas que
no alcanzan una de las tantas fases del multiplacer femenino, también
encontramos en el mundo, personas con falta de lateralidad para encontrar sus
reales, su bolsillo, su cartera o cualquiera que sea el lugar donde guardan el
dinero. Son unos desorientados financieros, sí usted gusta de los eufemismos.
Así, a partir de estas realidades, probablemente deben haber escuchado un
rosario de chistes o boutades del
tipo: “dicen que nadie conoce el color de la billetera de Carlitos”… o “le
dicen Barney, porque no le llegan las manos al bolsillo”….”la última vez que
Patricia pagó un helado, los frenos, eran a pata como en Los Picapiedra”. Véalo,
sí quiere, como una especie de falta de timing
para pagar la cuenta que llega a la mesa, crea que esa gente sufre de olvidos
momentáneos o que simplemente son distraídos. Si sigue así de buena persona, le
va a terminar llevando pan con mortadela a los torturadores y no a los raptados
entre gallos y medianoche.
Muchas veces, esta sub especie urbana de vampiro
financiero no posee ningún talento ni para escuchar, ni para levantar una chapa
del refresco del suelo -mucho menos para picharle al amigo o a la amiga algún jevo o
jeva- sólo hacen un bulto en el espacio para las fotos, son el volumen lambucio
que se alimenta de tus ingresos. Estos pescuezos parecen tener conexión
telepática con los mesoneros, de paso, cada vez que llegan a un sitio, piden
algo más sabroso que lo que uno ordenó. Como monstruos de una mala película de
terror, repiten la dosis de alimentos por hora. Son como adultos lactantes que
deben comerse un teterito de pan de jamón, cada vez que cambian de canal de
televisión mental.
Con el cuento de la amistad -o de un favor que le
hicieron a uno hace siglos- se aprovechan para saquearte la despensa, taparte
el baño o llevarse tus libros. Consideran tu casa como un cyber café y te desvalijan
ropa, juegos de video, litros de agua, kilos de jabón y horas eternas en la lavadora.
Existen tantos bichos de esos como personalidades: están los madrugones que te
buscan para chulearte un desayuno que se empate con el brunch; los trasnochados que no te dejan sino tres horas de sueño
de tantos chats que abren; los que hablan desde el baño sin cerrar la puerta;
los jugadores –a quien les encanta que tu les compres “su” KINO-; los
psicópatas en potencia –mezcla de Hannibal con arquitecto de sueños- difíciles
de clasificar porque no sabes a ciencia cierta sí son maricos o locos, y claro está
los eternos repitientes –distintos, a los
que se cambian de carrera, cada dos semestres-; siguen los dealers de todo tipo de droga legal o ilegal; los pipi loco; las
zorras que saben que uno es la perfecta coartada de su deprave a la ene. Los racistas al revés –esos que te dicen que
dejas la ducha hedionda a pollo… o los come curry, que te ven mal si haces algo
a la plancha-; los nuevos ricos socialistas –esos que ponen a todo pata,
cualquier monserga roja, a través de equipos
sofisticados y traídos en la avioneta privada; los spanking harder, que son los peores porque, uno no puede
reclamarles, si no es con un maletín a la altura del cinturón, para que no pillen,
que lo que se lleva es la carpa, gracias a los comentarios explícitos que
pedían sus amantes de turno.
Están, de igual forma, otros personajes primos de
los chulos: los roommates, entre
estos tropezamos con las impúdicas, que se afeitan o se depilan con tobos en
medio de la sala -mientras uno recibe visita o
intenta cenar-; las fanáticas de dejar post it en la nevera, en las puertas, en
los monitores, en los espejos y en los Tupperware.
Las peores son esas vacas, fajadas a dietas eternas, que se comen, de paso, lo
que uno tiene a bien tiene en su rutina alimenticia: pecorino, cerveza, pan
árabe y salchichón de Parma.
Quedan los amantes del performance: los pistoleros sonámbulos, las lesbianas fotógrafas,
los evangélicos en modo apocalíptico, los brujos a los que le baja una entidad
danzante una vez por semana, los que usan audífonos – de esos que suenan más
para fuera que para sus oídos-; los que
vienen del interior, y no se desprenden de sus mañas de echar la basura por el balcón, orinar en los porrones o
traerse alguna mascota autóctona tipo: gallina criada en caja o algún mal
nacido loro, que recita todo el puto día, la misma décima a Maisanta. Quedan
los sucios eternos, como los cultores del Poosterbate
–neologismo fresquito que combina:
hacer del numero 2, a la vez que se masturba el interfecto-
Sobran los dañados después de viejos, que son esos
tristes panas treintones, que cuando todo el mundo viene de regreso del perico,
descubren las bondades de la cocaína, para rumbear con menores, a las que le
está dando clase, en algunas de las dudosas instituciones de “educación
superior express” actual.
Paciencia, porque sí los chulos son unos lambucios
del infierno, los roommates son lo
más cercano a una maldición de suegra hecha realidad.
Consultorio:
Querido Joaquín voy pendiente de irme de viaje con
la gente de la oficina y espero demostrarles mi amor pansexual, proponiéndoles
una orgía corporativa, basada en la temática weed de las películas de Seth Rogen y…
R: Querida, por favor no me engañes. Ya en Venezuela
nadie hace ningún evento corporativo ni mucho menos hay pasajes. Te recomiendo
que montes tus sesiones de pole dance en Youtube
y organices tu próximo cumple años por ustream.tv
desde el rincón más lindo de mentiralandia.
@ortegabrothers
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