Todos odiamos
Joaquín Ortega
A los golilleros profesionales de Twitter que tienen
30 cuentas con las cedulas de su familia y de sus socios en el crimen 2.0
A la gente que compra libros por moda y los carga
con la carátula del lado de afuera para que crean “que ellos están en todo”
A los vecinos alcohólicos que se tardan cinco horas
para decirte “es que la vida es la vida y la vida es la vida”
A los carniceros que no te dan el número si no le
das una propina adelantada
A los consentidos cuasi fags que piden perros calientes customizados a las tres de la
mañana: “el mio con papas pero sin repollo”, “el mío con repollo pero sin
papas”
A los cuatristas del Metro que no se saben “Apure en
un viaje”
A los gordos que se raspan el coco y creen que con
eso se van a ver más flacos
A los invasores de playa que se te montan sobre la
cava, la comida y el paño buscando una sombra inexistente que uno no puede
darles
Los shortcitos “tu me quemas” con los que pretenden
reforzar su imagen de intelectuales las tasty
rats de estos días
La nueva ola de consultorios monta implantes
clausurados que dejan en los edificios esa tropa de fantasmas de ex gordas
Que las entradas para películas que regalan los “supermercados
in”, sean en cines en el dolor con empleados displicentes y copias que se
quiebran como Oreo en bolsillo e bobo
Que cada vez que pides real para un perro o un gato la
gente colabore más que para un lisiado o un anciano
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