De monstruos y otros ciudadanos: Leticia
Joaquín Ortega
Leticia es instructora dentro de una casa magnánima
La casa tiene
cuartos inmensos llenos de atentos escuchas
Los que no desean atender disimulan muy bien su
tedio
En esa casa grande todos ocultan sus bostezos,
aunque al principio lo hagan mal
Leticia sube las escaleras para subir y toma el
ascensor para bajar
Las mañanas son largas y las tardes calurosas
Aún así decide preparar todos los días sus clases y
apiña los textos
En orden de importancia para ella, casi siempre
En orden de importancia para los demás, casi nunca
Leticia llama a los alumnos por su nombre
Memoriza el año de nacimiento, sus cédulas y
detalles faciales
No le gusta que cambien el peinado porque parecen
morir un poco
Aunque parece divertida, es muy poco tolerante
Le gusta usar el mismo tono de voz al pasar revista
a pensadores fracasados
Le gusta ver que las miradas de los alumnos temen un
poco
Aún sin saberlo
Leticia detesta el ruido de búsquedas en carteras
No soporta el tecleo infantil en dispositivos
móviles
Quiere toda la atención en ella y en su voz
En su movimiento al rasguear sobre la pizarra
En las ideas que conectan la historia con la vida y
la muerte de grandes razas
Leticia ayuda a quienes puede
En poco tiempo el salón se va quedando vacío pero
nunca solo
Con risas, dulces y pasar de páginas se retrasa la
hora del almuerzo
Y cae la noche
Y algunos de los que quedan, no más de tres, deciden
ir con Leticia
Al principio no hay prisa
Pero una especie de humedad inoportuna recorre sus
espinas y hace fatigosa sus ropas
El lugar parece otro distinto al que prometía
Leticia
La música se pone oscura y se viene encima como las
paredes de la habitación
Los párpados se vuelven pesados y múltiples como
billetes nuevos de baja denominación
Y cada vez es más bajo lo que les espera
Largas humillaciones
Detenidos repasos por lugares corporales con
incisión y chamusquina
Sometimientos irritantes del paladar
Bajo pesos despiadados
La forma del caracol, el adorno del deformado, la
horma que muerde
Y lastimar es un hábito limpio
Que espeso va uniendo las partes con el todo
Para todos
Porque Leticia levanta cuerpos cual persianas
Sus vidas son puertas batientes en las máquinas
primitivas de Leticia
Ya nadie tiene memoria para viajes… apellidos…
continentes
Ya nadie recuerda el error cometido o el azar que
los condujo al duelo en vida
Lloran por lo que pudieron ser, por lo que hasta
ahora habían sido
Van poco alertas hasta un margen férreo
Leticia con una carreta lánguida los lleva uno a uno
hasta su interior
Dos muchachas y un joven virgen
Que por pocos serán extrañados
Cuyos nombres no aparecerán en ningún compendio
Ni teórico ni naturalista ni de interés social
No hay historia si nadie te recuerda
Y Leticia derrite los restos de sus educandos
De una forma tan noble que la pulpa toma colores
blancos
Refulgentes
Color papiro exageradamente bello y resistente
Como el de las libretas caseras que Leticia usa a
diario
Cada página un alumno
Cada página una historia
Cada página una vida
Sin afectar el tiempo o el orden
Corte.- Job23:58.-
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