Sunday, May 11, 2014

Diario de un jodedor: entre chulos y roommates


Diario de un jodedor: entre chulos y roommates
Joaquín Ortega

Así como existen anaorgásmicas, es decir jevas que no alcanzan una de las tantas fases del multiplacer femenino, también encontramos en el mundo, personas con falta de lateralidad para encontrar sus reales, su bolsillo, su cartera o cualquiera que sea el lugar donde guardan el dinero. Son unos desorientados financieros, sí usted gusta de los eufemismos. Así, a partir de estas realidades, probablemente deben haber escuchado un rosario de chistes o boutades del tipo: “dicen que nadie conoce el color de la billetera de Carlitos”… o “le dicen Barney, porque no le llegan las manos al bolsillo”….”la última vez que Patricia pagó un helado, los frenos, eran a pata como en Los Picapiedra”. Véalo, sí quiere, como una especie de falta de timing para pagar la cuenta que llega a la mesa, crea que esa gente sufre de olvidos momentáneos o que simplemente son distraídos. Si sigue así de buena persona, le va a terminar llevando pan con mortadela a los torturadores y no a los raptados entre gallos y medianoche.

Muchas veces, esta sub especie urbana de vampiro financiero no posee ningún talento ni para escuchar, ni para levantar una chapa del refresco del suelo -mucho menos para  picharle al amigo o a la amiga algún jevo o jeva- sólo hacen un bulto en el espacio para las fotos, son el volumen lambucio que se alimenta de tus ingresos. Estos pescuezos parecen tener conexión telepática con los mesoneros, de paso, cada vez que llegan a un sitio, piden algo más sabroso que lo que uno ordenó. Como monstruos de una mala película de terror, repiten la dosis de alimentos por hora. Son como adultos lactantes que deben comerse un teterito de pan de jamón, cada vez que cambian de canal de televisión mental.

Con el cuento de la amistad -o de un favor que le hicieron a uno hace siglos- se aprovechan para saquearte la despensa, taparte el baño o llevarse tus libros. Consideran tu casa como un cyber café y te desvalijan ropa, juegos de video, litros de agua, kilos de jabón y horas eternas en la lavadora. Existen tantos bichos de esos como personalidades: están los madrugones que te buscan para chulearte un desayuno que se empate con el brunch; los trasnochados que no te dejan sino tres horas de sueño de tantos chats que abren; los que hablan desde el baño sin cerrar la puerta; los jugadores –a quien les encanta que tu les compres “su” KINO-; los psicópatas en potencia –mezcla de Hannibal con arquitecto de sueños- difíciles de clasificar porque no sabes a ciencia cierta sí son maricos o locos, y claro está  los eternos repitientes –distintos, a los que se cambian de carrera, cada dos semestres-; siguen los dealers de todo tipo de droga legal o ilegal; los pipi loco; las zorras que saben que uno es la perfecta coartada de su deprave a la ene.  Los racistas al revés –esos que te dicen que dejas la ducha hedionda a pollo… o los come curry, que te ven mal si haces algo a la plancha-; los nuevos ricos socialistas –esos que ponen a todo pata, cualquier monserga roja, a través de  equipos sofisticados y traídos en la avioneta privada; los spanking harder, que son los peores porque, uno no puede reclamarles, si no es con un maletín a la altura del cinturón, para que no pillen, que lo que se lleva es la carpa, gracias a los comentarios explícitos que pedían sus amantes de turno.

Están, de igual forma, otros personajes primos de los chulos: los roommates, entre estos tropezamos con las impúdicas, que se afeitan o se depilan con tobos en medio de la sala               -mientras uno recibe visita o intenta cenar-; las fanáticas de dejar  post it en la nevera, en las puertas, en los monitores, en los espejos y en los Tupperware. Las peores son esas vacas, fajadas a dietas eternas, que se comen, de paso, lo que uno tiene a bien tiene en su rutina alimenticia: pecorino, cerveza, pan árabe y salchichón de Parma. 

Quedan los amantes del performance: los pistoleros sonámbulos, las lesbianas fotógrafas, los evangélicos en modo apocalíptico, los brujos a los que le baja una entidad danzante una vez por semana, los que usan audífonos – de esos que suenan más para fuera que para sus oídos-;  los que vienen del interior, y no se desprenden de sus mañas de echar la basura  por el balcón, orinar en los porrones o traerse alguna mascota autóctona tipo: gallina criada en caja o algún mal nacido loro, que recita todo el puto día, la misma décima a Maisanta. Quedan los sucios eternos, como los cultores del Poosterbate  –neologismo fresquito que combina: hacer del numero 2, a la vez que se masturba el interfecto-

Sobran los dañados después de viejos, que son esos tristes panas treintones, que cuando todo el mundo viene de regreso del perico, descubren las bondades de la cocaína, para rumbear con menores, a las que le está dando clase, en algunas de las dudosas instituciones de “educación superior express” actual.

Paciencia, porque sí los chulos son unos lambucios del infierno, los roommates son lo más cercano a una maldición de suegra hecha realidad.

Consultorio:

Querido Joaquín voy pendiente de irme de viaje con la gente de la oficina y espero demostrarles mi amor pansexual, proponiéndoles una orgía corporativa, basada en la temática weed de las películas de Seth Rogen y…

R: Querida, por favor no me engañes. Ya en Venezuela nadie hace ningún evento corporativo ni mucho menos hay pasajes. Te recomiendo que montes tus sesiones de pole dance en Youtube y organices tu próximo cumple años por ustream.tv desde el rincón más lindo de mentiralandia. 


 @ortegabrothers


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