Monday, May 30, 2011

Leyendas del mar: Caja de muertos


Leyendas del mar: Caja de muertos

Una isla quedaba atrás: Caja de Muertos. El mar se partía al sur de Puerto Rico entre Cayo Berbería, sobre el cada vez más caliente Mar Caribe. Era una ruta sencilla, fresca y grácil. El flamante Marielena llevaba a bordo un grupo de mujeres listas para el solaz y el comercio de afectos. En la Isla de Culebra las esperaban cerca de un centenar de mozos en trabajos para un gran complejo militar. Los trabajadores acumulaban casi seis meses sin mayor contacto exterior. Seis meses de mucho trabajo y comida y buen sueño pero sin una posibilidad distinta a la de un televisor, de insegura recepción.

Sobre el barco risas y comentarios de la contratación en Ponce. Préstamos y pequeños hurtos de nombres de guerra y biografías alternativas. Diez mujeres jóvenes, tal vez demasiado jóvenes. Hermanas, amigas, enemigas y parientes de muchos sitios: Aguas Buenas, Lago Caonillas, Naranjito, Trujillo Alto y Cabo Rojo. Sólo una de ellas, con un delantal amarillo no reía ni hablaba del lugar de origen.

El desembarco fue sencillo, tal vez con menos presencia de la esperada. Una carreta de tracción humana llevaba el equipaje. El resto de la travesía para todas fue a pié. Se encontraron con unas largas casas con pasillos que las conectaban. En columnas profusas camas, con más jergones que colchones. En orden, todas comenzaron a acomodarse. Algunas tenían el cabello empapado. Otras miraban con asombro lo impecable de su vestimenta luego de un traslado entre puertos.

Una campana anunciaba su encuentro al frente de los portones. La mujer del delantal amarillo pasaba lista. Ahora ella era la que sonreía. Las campanas subían de tono mientras a lo lejos, el Marielena, la nave que nunca tocó puerto yacía en mendrugos frente a los peñascos y la espuma.


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