Cine para 2: especial
ciclo países bajos en Caracas 2017
El encanto holandés
Joaquín Ortega
De Marathon. Diederick Koopal. 2012
“Si la barba lo fuera todo, hasta las cabras predicarían”.
Así reza un viejo proverbio holandés, citado en alguna página perdida de la
correspondencia de Baruch Spinoza, y en De
Marathon (2012) dirigida por Diederick Koopal encontramos a una serie de
personajes cuya apariencia hace juego con el dicho. En éste film
se describe, en clave de comedia, la transformación de un grupo de compañeros
de taller: desadaptados, solidarios, inelegantes, tramposos en las cartas y
cada uno con un fracaso a cuestas.
El reparto lo encabezan figuras conocidas de la televisión y el
cine holandés: Marcel Hensema –cercano a los 100 films, si contamos sus
apariciones en comerciales o cameos- quien ya ha sido premiado como mejor actor
de reparto por su papel en la biopic –Wild
Romance, dirigida por Jean van de Velde en 2006- y que cuenta la vida del
artista plástico y cantante Herman Brood. Hensema es reconocido hace rato como
un indispensable de la industria holandesa. También actúan Frank Lammers,
humorista y actor de TV, junto al talentosísimo actor marroquí Mimoun Oaissa,
quien da el toque étnico o multicultural al ensamble… el cual se completa con los muy divertidos Martin Van Waardenberg y
Stefan de Walle.
La historia narra cómo -por una mezcla de auto
sobrevaloración machista y casualidades jocosas- cinco amigos se inscriben en
el maratón de Rotterdam, sin tener ni condiciones físicas ni mucho menos
claridad de la dimensión del atolladero en donde se están metiendo. Con grandes
toques de comedia negra, una oportuna caricaturización de la aburrida clase
media y una suerte de edulcoración de los problemas religiosos y raciales del
mundo musulmán -en el país posiblemente más inmoderado de Europa- vemos desde
la pantalla un ritual de paso que va desde la desintoxicación y el
entrenamiento, hasta el encuentro de cada uno de los personajes con tenues capas
de emocionalidad, que van apareciendo, a lo largo de una carrera que es más
terapia que competencia.
No resulta gratuito comentar que la música, la edición, la
correlación entre la vida urbana y ciertos escapes hacia lugares más verdes –incluido
el tiempo de la cinta- hacen que la audiencia sienta que la película propone,
lo que debe durar un buen rato de entretenimiento fílmico.
Puntuación 5 sobre 5
Strike A Pose. Ester Gould (Bélgica-Holanda, 2012)
Strike A Pose es un documental testimonial, humano -y por ende
agridulce- construido a partir de los recuerdos de la experiencia del Blonde Ambition Tour –gira mundial de
conciertos de la cantante pop Madonna- de 1990… y del registro fílmico
comercializado como Truth Or Dare, dirigido
por Alek Keshishian en 1991 y que muchos recordarán por su nombre en español: “A
la cama con Madonna”
Quienes detallan la historia son los seis bailarines
acompañantes de la diva, quienes luego de casi treinta años de trabajo ininterrumpido,
deciden revelar los tras bastidores de una producción - que primero los
catapultó a la fama de la nocturnidad y las puestas en escena- para luego dejarlos
de lado, una vez devoraran sus sueños de juventud.
Son muchas las reflexiones y las sutilezas perversas que se
exploran, no solo sobre la naturaleza misma del espectáculo o de las
producciones musicales, sino las de una supuesta visibilización no
propagandística del tema gay, para posteriormente ser convertido en un producto
más de consumo -y no en un tema de libertad de elección sexual o de exigencia
de respeto de unos derechos humanos históricamente conculcados- Madonna, de
quien se murmura, casi sin nombrarse termina viéndose como una trabajadora
incansable, que al apoyar una causa, terminó apropiándose de un público y de
una estética. Sin ser una villana, Madonna tampoco se perfila como una
samaritana del mundo LGBT.
Al terminar de ver el documental algo queda claro: el tiempo
es muy breve y cuando un estilo de vida se convierte en moda, corre el riesgo de que la propia vida se
extinga cuando esa novedad trueque en obsoleta. Muchos temas de conversación -y
que parecieran tabú- se convierten en preocupación más allá de la
sobremesa: las drogas, el HIV, la
dificultad en la infancia, las relaciones interpersonales, la pobreza, el
desempleo, el olvido, el desamor, la envidia, la fugacidad de la fama, la vejez
y hasta la gordura van y vienen de la mano de unos solistas y coreógrafos de
talento, con sensibilidad, buen humor y una increíble inteligencia corporal que
los hace incluso parlotear genialmente con el acento de sus cuerpos.
La directora Ester Gould, escocesa de origen, se solaza en
una cámara distendida y en unas impresiones estéticas que combinan lo mejor del
registro de los años noventa, con la dominante inmediatez del mundo actual,
marcado por las redes sociales, el tiempo irreflexivo del meme y la certeza de
que la violencia audiovisual, en especial la terrorista, se encuentra latente
en cada minuto del día.
Este documental ganó el segundo lugar en festival de cine de
Berlín, 2016
Puntuación 5 sobre 5
Bram Fischer (2017)
Dirigida por Jean van
de Velde narra la historia del abogado
comunista Abraham Fischer, un hombre marcado por el drama y la mala suerte, más
allá de su lucha política. En ésta película -al fin- vemos cómo llega Nelson
Mandela a la cárcel y cuál era su verdadero ideario político antes y durante su
prisión. Sin duda su giro hacia la centro izquierda habla de la moderación que
logró en contraposición a la invocación de: “balas y bombas” que animó algunos de los años
públicos, previos a su encarcelamiento. El personaje de Fischer, interpretado
por Peter Paul Mueller lleva adelante un salto ciertamente ficcional, pero que
genera una empatía dúctil en los asistentes, sobre todo frente a la terquedad
institucional de un sistema político abiertamente segregacionista e inhumano.
En la primera mitad de la película se fusionan muy bien la
acción policial, los argumentos legales, algunos flash backs o las incongruencias partidistas de un entorno violento
que pretendía ser transformado, a su vez, por el terrorismo. La vida de Fischer
se presenta desde el lugar común de alguien que nace acomodado -y que a lo
largo de un supuesto despertar social- se conecta con las necesidades de transformación
de su realidad natal. Quedarán fuera de la propuesta biográfica detalles poco
claros de sus viajes de juventud a la Unión Soviética, su proceso de radicalización,
la enfermedad de su mujer, su propio cáncer o la muerte por ahogamiento de una
pasajera, siendo él, quien conducía por una carretera surafricana.
Bran Fischer es una composición argumental y narrativa que
pudiera abrumar entre una sucesión de escenas de alegatos, momentos
melodramáticos, dinámicas carcelarias y manifiestos políticos, y que termina
exponiendo mediante una licencia artística ciertas verdades, valiéndose de
algunas mentiras… y viceversa.
Puntuación 3 sobre 5
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@ortegabrothers
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