El
general MacArthur ha regresado. La batalla de Inchón pincelada por John H. Lee
Joaquín
Ortega
La imaginación no es cosa de juego: los tiros de cámara,
las inclinaciones en la perspectiva, la tensión emocional y física de los
personajes -entre secuencia y secuencia- hacen de una película de acción una
obra cinemática destacada, o simplemente, al uso.
El cine asiático lleva ya, un buen rato, proponiendo diferentes
enfoques y vueltas de tuerca argumentales. En el caso de la industria
surcoreana, vemos nacer a una nueva camada de hábiles directores, cuyo trabajo
parece haber migrado de la estética del videoclip
musical -pasando por el documentalismo, los cortos experimentales- hasta los
romances adultos o adolescentes.
El caso de John H. Lee no es una excepción. Cuenta con un
robusto portafolio, desde sus años de estudiante en Nueva York y ha sorteado
con éxito tanto a la crítica nativa, como a la internacional. Conocido por
dramones al estilo de The Notebook
con A Moment To Remember (2004) –una
lloradera redondita, en el marco de la terrible enfermedad del Alzheimer- …o
con policiales a lo Scorsese tipo Cut
Runs Deep (1999) –su opera prima, la cual relata un ritual de paso con
enfrentamientos gansteriles coreografiados-; John H. Lee, se concentra, ahora
en una segunda narración con trasfondo bélico: Operation Chromite.
El recuadro apunta a la guerra de Corea, el personaje
central es el general Douglas MacArthur –interpretado
por Liam Neeson- y revisa los pormenores de la ofensiva norteamericana, así
como las peripecias existenciales de un grupo de soldados y civiles durante la
batalla de Inchón.
Si usted desea saber más de nuestro director lo invitamos
a acompañarnos en este mar de aventuras visuales que promete un retrato de la
guerra, a la antigüita –sin video juegos, ni muñequitos ni Drones-; a la propia
manera, de aquellas superproducciones de los años 50.
La
guerra
JO: Ya venías de hacer 71: Into the fire (2010) una película brillante en donde el
sacrificio de soldados y estudiantes, cada cual más inexperto que el otro,
resaltan la necesidad de creer en nosotros mismos, en momentos adversos. ¿Por qué
otra película de guerra? ¿Es parte de una trilogía?
JHL: la guerra nunca ha dejado de ser noticia. Puede ser
que nos sorprenda menos, pero nunca deja de afectar a las personas sensibles, a
los que no se lucran de armas y las muertes. La segunda guerra mundial tiene
muchas aristas, que incluso gente de mi generación desconoce. Hemos tenido en
las dos Coreas, una educación a veces muy sesgada. Cuando salimos del país a
estudiar o a trabajar, entendemos todas las razones por las cuales, se nos
recalca tanto el tema de los valores y de la apertura al mundo. Nuestros
vecinos más cercanos, no tienen ninguna otra opción de pensamiento. Desconocen
lo que significa poder escoger una profesión, una forma de vivir, incluso deben
esconder su opción sexual. En Sur Corea somos muy afortunados, y eso que
todavía nos falta mucho por avanzar en derechos humanos. Decidimos hacer estas
películas de guerra para recalcar la amistad y la solidaridad en tiempos
difíciles, pero también, al ser asiáticos, amamos entender la lógica de las
maniobras, las tácticas de guerra y la estrategia en sentido general.
Posiblemente, rodemos una tercera película, esta vez haciendo énfasis en la
labor de madres, esposas e hijas en tiempos tan oscuros como los de guerra.
JO: Cuando filmaste 71: Into the fire resumiste con mucha
experticia, un evento histórico que duró 12 horas reales, valientes y sombrías
a la vez… condensándolas en 120 minutos. ¿Cómo fue el trabajo de elegir y rodar
las pequeñas historias y editarlas?
JHL: la primera elección, luego de tener claros a los
personajes y lo que harían, fue el sitio. Debido a cambios climáticos, hay
ciertos suelos cercanos a lagos que resultan ser más secos que hace 50 años.
Así, que decidimos rodar en un lugar, que se pareciera a lo que queríamos y
elegimos establecer el set principal
de exteriores al noreste, de donde originalmente ocurrieron los eventos. Eso
sí, convocamos gente del pueblo original,
y muchos más de la región distinta que escogimos. Luego, el cine hace su
propio trabajo. La dinámica de las emociones las estructura el libreto, pero
toman vida propia, así consideres que el story
board está perfecto, en edición
descubres gestos, pequeños travelling,
planos detalles que gritan por ser vistos. Allí, termina una parte de la
historia, el resto se la hacen los espectadores al verla y comentarla fuera de
las salas de cine.
El
romance
JO: ¿El romance que dibujas es igual en Asia que en
Occidente? ¿Cuáles diferencias o semejanzas encuentras entre uno y otro mundo?
JHL: los asiáticos somos un poco más románticos que los
occidentales, porque a veces, por razones familiares y culturales, algunos no
podemos elegir a nuestras parejas, por ejemplo, el caso chino. Cualquier
director, de este lado del mundo te dirá lo mismo. Hacemos una gran inversión
de tiempo en cortejar a nuestras chicas y en mantener vivos los detalles de esa
pasión. Por supuesto, hay mucho de fantasía, el mundo real no te deja estar
todo el día caminando por allí, pensando o buscando a tu amada… hay una vida
por ganarse adelante, jajaja…pero en líneas generales, el público de oriente y
occidente, adora que dos personas quieran estar juntas y les cueste reunirse.
En Asia, no entendemos el amor sin sufrimiento, por eso, es que ves tantas
lágrimas e interrupciones de enemigos, enfermedades, impedimentos morales…
JO: El romance y el olvido van de la mano…
JHL: Sí, en la literatura reciente, en Anime, en el cine turco, en la
televisión de mi país…en el cine hindú… el tema ya se ha tratado. Incluso
una variante puede ser The Notebook (Casavettes,
2004) o The Time Traveler’s Wife
(Schwentke, 2009). El amor es
recordar, pero también es sentir. A lo mejor olvidamos lo que hemos vivido con
nuestra amante, pero lo que sentimos, eso es algo que nos pasa todos los días,
así la mente no entienda.
Las
enseñanzas
JO: ¿Qué enseñanzas te dejó dirigir video clips?
JHL: como cineasta me ensenó a ser directo, a enfocarme
en un plano especifico y en hacer dos o tres –incluso hasta 100- planos de
apoyo. El video es música para los ojos, así que le pongo mucha atención a lo
que dicen los instrumentos y lo que gesticulan los cantantes. Puedes hacer
maravillas mezclando historias con cantantes en tarima… o simplemente siguiendo
a unos músicos por la calle haciendo lipsync
de sus propios temas. También aprendí a ser puntual y a hacer milagros con muy
poco dinero. También aprendí que hay video clips con más dinero que muchas películas
medianas.
De
gustos y colores
JO: ¿Qué aprendiste de tus cortos en blanco y negro?
JHL: el cine mudo y las tonalidades del blanco y negro
son claves para cualquier cineasta. Fue nuestra primera materia prima… y tiene
mucha expresividad y plasticidad. Me enseñó a valorar el color, y a prestarle atención al fondo, de cada
fotograma.
JO: ¿Trabajas con un equipo multinacional o haces énfasis
en talento y producción surcoreana en tus rodajes?
JHL: hemos trabajado con chinos, coreanos, con japoneses,
ingleses, norteamericanos, filipinos. Me gusta trabajar en cada país, con el
apoyo de su gente nativa.
JO: Notamos un cierto estilo poético que te conecta con
John Woo. El utilizó, en varios de sus filmes, palomas; y, en algunas escenas de
tus películas –sean de acción o no- hemos visto aparecer un cierto leit motiv, con caídas de plumas blancas -en el caso de los
policiales-…en el caso de las escenas de guerra, o románticas, la nieve cae a
momentos, como hojuelas aterciopeladas.
JHL: todos tenemos nuestros gustos repetitivos, el color
blanco frente a un fondo rojo o negro es muy del gusto asiático. El teatro
coreano tiene una tradición de humor, de comedia, de sátira de alcoba o de
relaciones, poco bien vistas, desde el sentido moral estricto. Me gustan los gags con animales vivos, la torpeza de
los personajes, para generar un relajamiento entre las acciones. En mi caso, me
gusta ver aparecer elementos de la naturaleza, invadiendo los cuadros, donde
también, los personajes sufren un cambio emocional.
La
experiencia nipona
JO: tu película rodada en Japón, Sayonara Itsuka (2010) es de un romanticismo adulto, que pasa de
unos diálogos muy fuertes, desde el punto de vista del fastidio de la
cotidianidad, a una poética del ahora – recuerdo la frase: “el momento que llamas amor, se derrite como una escultura hecha en
hielo”- hasta enroscarse en unas escenas de alto contenido erótico. ¿Cómo fue
esta experiencia?
JHL: fue maravillosa desde todo punto de vista. Me gustan
los horarios japoneses, la posibilidad de que todo esté a la mano. Puedes
conseguir un globo rojo de las dimensiones que desees… o si no, mandarlo a
construir en la mañana y recibirlo en menos de dos horas. Las escenas románticas
tienen cuidado especial, porque quería respetar el libro original de Tsuji
Hitonari. El trabajo de libreto estuvo pensado en respetar sus maravillosas
descripciones humanas. Lo peor de las escenas eróticas, es el frío que deben
pasar los actores desnudos jajaja.
Más
guerra
JO: ¿Cómo va la guerra dentro de la guerra? Me refiero a
los efectos especiales y explosivos.
JO: en Corea amamos la pirotecnia, pero también hemos
recibido asesoría de equipos clave como los de Stalingrad (Vilsmaier, 1993) o Saving
Private Ryan (Spielberg 1998), los cuales son dos monumentos a los efectos
especiales…al diseño de producción con énfasis en la guerra.
JO: Alguna enseñanza final que te haya dejado esta nueva
película de guerra:
JHL: Las personas comunes nunca estarán preparadas ni
física ni mentalmente para una guerra. Leer, estudiar, compartir en clases
alumnos y maestros, jamás será lo mismo que estar siendo despedazado en un
campo de batalla. Eso lo traté de mostrar en 71: Into the fire y aquí haremos otro tanto. También, hay que entender
que nada fue fácil. No la tuvieron fácil las fuerzas de Douglas MacArthur, no
la tuvieron fácil los coreanos que rechazaban la embestida. Ya
Clint Eastwood hizo una moneda de dos caras: Flag of Our Fathers y Letters
from Iwo Jima (Eastwood, 2006). La
edición final lo dirá todo, pero quiero que muestre el dolor de los personajes
y que la adrenalina de la acción, las bombas y los disparos, también entretengan
al público.
Entre
Estados Unidos y Corea del sur
JO: ¿Cómo fue el reencuentro con tu patria de origen?
¿Cómo ha sido el vínculo entre tu corazón y tu tierra?
JHL: Nací en Seúl, pero a los 12 años nos mudamos a
Estados Unidos. Mi vínculo siempre fue el idioma en casa, los desayunos y las
cenas, el arte y la música de mi país. Cuando regresé, me dijeron que tenía
mejor acento, que mucha gente que nunca había salido fuera del país. Amo mi
tierra de nacimiento y amo lo bien que la pasé en Estado Unidos.
JO: ¿repites con colaboradores?
JHL: En el caso de Operation
Chromartie, vuelvo a trabajar con mi buen amigo Lee Man-he. Hizo lo
correcto en 71: Into The Fire. Logró un
trabajo maravilloso en donde, hace que las acciones y los diálogos, engranen
como una pieza de relojería. Son muy distintos los personajes que luchan, cada
uno a su manera, por alcanzar sus objetivos, esto es vencer al otro con fuerza
e inteligencia.
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