Historias de robots sagrados:
Vulpecula
Joaquín Ortega
Una docena de movimientos alrededor de la búsqueda y los
traslados por el inconsciente solar llevó a cabo el robot tipo A Volpecula.
Fabricado en las minas de Gravitania en Marte Central, decidió por si mismo,
adquirir las destrezas de sus dueños y diseñadores.
No hubo ningún elemento que no fuese parte de su
repertorio de codificación y vigilancia. Por lo menos, tres sistemas
clasificados y setenta nuevas formas de vida conectadas a la mente y el vuelo
de la muerte fueron revisados en sus viajes psico espaciales.
Refrendó tratados espaciales, comercializó visiones Theta, desinfectó
alucinaciones diseminadas por enemigos del hombre y de las maquinas. Su destino
cerró con elegancia estelar la última de las juntas de asedio y reencuentro de
los patrimonios de la tradición azul y verde.
Recordado por escindir los cuellos de Sisifo y las
transmisiones nefastas entre Las tildes Negras y los tramos giratorios del
sistema Tambor-Martillo-Flecha, sería Vulpecula el primero de los aceros
canonizados en el sistema Tremula Paracelso.
¡Larga memoria a los robots sagrados!
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