José contaba las veredas y los animales
Pasaban muy rápido frente a sus ojos
El auto de sus padres no conocía velocidades medias
Como ese auto, José aprendió a andar por la vida
Y por el tiempo
Porque su ruta era mental y cotidiana
José viajó mucho cuando se hizo adulto
José viajó mucho con su mente
Incluso siendo el niño que nadie esperaba y que todos afirmaban ignorar
Pero lo veían de reojo y en silencio
Frente a los fucilazos de media mañana
José se cubría
Orejas y ojos y nariz
Con el poncho negro inmenso que pronto comenzó a quedarle pequeño
Bajo el sol las personas creían que era un juego
O la malcriadez de un pequeño bribón
Sólo José sabía los porqués y los “cuándos” y los “dóndes”
En un santiamén
José ya no era un niño, pero en su mundo de visión traslucida, sus caprichos oscilaron lento
Como un puño colgante
Como la selva helada donde descansa un dragón
José un día quiso ver a personas desclavadas de sus suburbios y sus umbrales
Por eso, conversaba con mujeres en solitario…
Con hombres en pijamas
Con estibadores cansados
Y los paseaba sin su permiso y sin prisa
En la noche
Sobre labios y mejillas
Les dejaba flores forjadas con plumas negras
Y despacio les confería la balada de la ceniza entre sus uñas
José regalaba callejones húmedos y trozos de melancolía que asfixiaba con manos dulces
Entre los meses de junio y agosto portaba en su mirada un género de calor
Y la gente se quemaba
Sin intuir que al choque de memorias, una piedra abusaría de sus fuerzas
Hasta apagarlas
En un arrastre como de felino y de tormenta
José usa una máscara de tela y respira con un aliento empalagoso
Por varias series de números memorizados
Desde la primera vez que viajó
José espera contra el día y en sus ojos perpetuamente ve la noche
Que roerá suficientes corazones
2 comments:
brutal vieja!!
Excelente, bastante único en su tipo. 100/100 seguiré leyendo.
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